domingo, 26 de octubre de 2008

Lo mejor de I Love IU

I Love IU es un espacio alternativo que aúna en su seno a todos los blogs de militantes y simpatizantes de IU de todo el Estado que lo deseen a nivel personal, es decir, desligados de la organización oficial.
Una de las iniciativas lúdico-festivas (con perdón) que se lleva a cabo semanalmente es la publicación de un Top-Ten con lo mejor de cada semana.
Y esta semanita me ha tocado a mí. Así que aquí los tenéis. No he seguido un criterio de calidad, sino que he intentado visibilizar aquellos que trabajan de manera humilde (a nivel local) o, en el caso de los que tratan temas citados en otros blogs, escoger uno al azar, por eso de compartir karma.
Dos temas han sido tratados de manera mayoritaria: el del derribo de la cárcel de Carabanchel y la Asamblea de IU.
Para el primero he escogido como muestra Desde las trincheras, y para el segundo el blog de Martín Recio y El optimismo de la voluntad, que nos hacen ver las miserias y la ilusión, respectivamente, de todo cuanto rodea el proceso asambleario.
Un tema que me parece fundamental en todxs aquellxs que nos reclamamos de izquierdas es la formación, que no tiene por qué ser petarda. Por ello os recomiendo un blog al azar de entre los muchos que han tocado esta semana a Marx: La Gran Mancha Roja (éste, además, por paisano ;).
Pasión por la dialéctica lo incluyo porque me parece muy sano aportar artículos que hagan reflexionar, o que aporten su granito de arena, sobre temas de culturilla general.
Basseta ha sido el único (a excepción de mi modesto blog) que ha tocado las movilizaciones contra los planes de Bolonia. Desde aquí os animo a tomar cartas en el asunto sobre un tema que implica a la educación de las futuras generaciones y, por lo tanto, al control ideológico del sistema.
También he incluido algunos blogs por cachondos, como Pido la palabra o el Blog de Víctor Casco, en el que se ve a las claras que lxs rojxs somos mucho más listxs que lxs demás.
Y, por último, dos blogs incluídos por criterios personalísimos:
Des de l'esquerra, que nos hace reflexionar sobre la hipocresía de la administración en temas de conservación del medio ambiente;
y el blog de Gorka Esparza, que incluye un poema-canción en euskara del que no entiendo más de diez palabras pero que me sirve para llamar la atención sobre esa bella lengua y patrimonio único de la Humanidad.

miércoles, 22 de octubre de 2008

La Europa de Bolonia

Lo quieren edulcorar de muchas formas, pero la realidad es que los llamados Planes de Bolonia para la reforma de la Universidad son el tiro de gracia definitivo a un sistema universitario que ha primado, al menos teóricamente, el saber sobre el mercado. Siguiendo a Marx (aquello de que la estructura económica determina la superestructura cultural), el omnipotente sistema liberal se ha hecho, por fin, con el control ideológico, de manera que la Universidad, el Templo del Conocimiento, no podía quedar al margen.
En unos tiempos en los que el mercado se ha quitado la careta (se habla en estos días, abiertamente, de refundar el capitalismo, con el mismísimo Zapatero llorando a las puertas del G.8 pidiendo su participación en esta revitalización mientras jura que jamás permitirá en España una banca nacional) la Universidad era un obstáculo, un gasto inútil si no se ceñía a los dictados del capital (perdonad el abuso de retórica leninista): las nuevas titulaciones se adaptarán, a partir de ahora, a las necesidades del mundo de la Empresa.
Ese es el quid de la cuestión. Lo de menos es ya (que no es tampoco moco de pavo) la creación de unos títulos de grado devaluados, la existencia de másteres posgrado de pago, la implantación de los créditos de financiación de estudios que acabarán por sustituir a las becas (si no, al tiempo) o la participación de las grandes empresas privadas en los consejos rectores de las Universidades públicas. La cuestión es que la Universidad se convertirá en una fábrica en manos de empresarios cuyo único criterio será la rentabilidad.
Adiós al Humanismo.
Gaudeamus igitur (alegremonos pues)...

martes, 14 de octubre de 2008

Castilla - La Mancha y la chapuza del software libre

Hace unos años, comprobados los buenos resultados que en Extremadura tuvo el proyecto Linex, algunas comunidades autónomas gobernadas por el PSOE se sumaron al carro y lanzaron su propia distribución linux.
En Castilla-La Mancha se puso en marcha Molinux, una distro basada en Ubuntu con algunas mejoras destinadas, sobre todo, a la gestión de la pequeña empresa y al mundillo de la educación.
Pues resulta que a la Junta de Comunidades se le ha ocurrido la idea de dar un portatil a cada docente de secundaria, y, ¡oh, sorpresa!, resulta que cada uno de los 28500 ordenadores portátiles viene con una partición con Molinux y otra con XP y su Office de Microsoft correspondiente, de manera que del pastón que va a costar la dotación de dichos 28500 portátiles la partida que más coste tendrá será precisamente la de las licencias para el bonito de Bill Gates. Porque no sólo no se han conformado con instalar el dichoso windows, sino que, además, se incluye una suite ofimática de pago como es office cuando incluso para windows las hay mejores y gratuitas como, por ejemplo, openoffice.
Y, ahora, las preguntas:
¿Para qué leches se gasta tiempo y dinero en hacer una distribución propia cuando no se apuesta por ella?
¿Para qué pagar una licencia cuando podemos tener el equivalente gratis?
¿Para cuando algo relacionado con el software libre y la administración pasará de la pura y dura propaganda?

jueves, 21 de agosto de 2008

La bendita clase media

Se suele repetir como un mantra que la prosperidad de una sociedad se mide por la de sus clases medias. Y de esta afirmación se deriva que dichas clases medias son la quintaesencia del bien común. Sin embargo, esta es una afirmación bien cuestionable.

Hace unos días, en una charleta de amigos, uno de ellos propuso que en el planeta se vivía infinitamente mejor que hace un siglo, en la línea de los positivistas y su fe ciega en el progreso técnico. Sin embargo, si tenemos en cuenta los avances conseguidos y las posibilidades que nos ofrece dicho progreso en cuanto a potencial de bienestar, se comprueba fácilmente que dicho progreso ha sido acaparado precisamente por las mentadas clases medias de los países occidentales. Es cierto que la mortalidad infantil, o la esperanza de vida han mejorado estadísticamente en lo que va de siglo, pero vemos que los avances se focalizan en el Norte, mientras que llegan con cuentagotas a los países del Sur. Es como si los obreros de una fábrica que produce diez veces más que hace un año recibieran sólo un 5% más de salario y tuvieran que agradecer al patrón que sus condiciones de vida han mejorado: cuantitativamente sí, pero en cuanto a redistribución de la riqueza se trataría de una broma de mal gusto.

De la misma manera las clases medias de Occidente vienen esquilmando el planeta: cada vez que disfrutamos de nuestro nuevo portátil, wii, batido de soja o crema hidratante se va colocando un nuevo ladrillo en el muro de la desigualdad social. Para tranquilidad de nuestras bien alimentadas conciencias nos solazamos en esporádicas compras de comercio justo, en reciclaje de vidrio cada fin de semana o en salidas en bicicleta. Pero la realidad sepulta estos pequeños (pese a loables) gestos bajo la gigantesca losa del capitalismo (que siempre es salvaje) que exprime las economías del Sur mientras nosotros, bienintencionados, nos escandalizamos ante las guerras endémicas en África (provocadas por los intereses comerciales de Occidente), ante las hambrunas periódicas (provocadas por los intereses comerciales de Occidente) o ante la falta de medicamentos (provocada por los intereses comerciales de Occidente) para enfermedades curables como la malaria.

Y nos consolamos repudiando a las empresas multinacionales o los poderes económicos responsables directos de dichas calamidades votando cada cuatro años a los partidos que, sólo nominalmente, predican la socialdemocracia, olvidando que precisamente es el bienestar y el progreso de las clases medias el sustentador último de dicho estado de las cosas.

Afirmar que el bienestar de las clases medias es un indicador del bienestar social no es, por lo tanto, tan solo una falacia, sino que apunta más bien a lo contrario: a que cuanto más boyantes sean las clases medias de Occidente mayor será la depauperación y la rapiña en el Sur.

Una vez más, socialismo o barbarie. O, como dicen mis anticuados, desubicados y trasnochados camaradas de la “A” y de la estrella roja:

Ni guerra entre pueblos, ni paz entre clases”.

viernes, 8 de agosto de 2008

Nada nuevo bajo el sol

En el blog Luches en Trubia he encontrado un fragmento de "¿Qué es la economía?", de Rosa Luxemburgo, que explica de forma meridiana en qué consiste la crisis económica. Hace casi un siglo y su contemporaneidad pone los pelos de punta.
Como dijo mi amigo Ángel Tajuelo, las crisis son la "cara b" del disco capitalista, ¿por qué no pinchamos otro?.
Os dejo el fragmento en cuestión:
…”Todos sabemos cómo aterroriza el espectro de la crisis comercial a cualquier país moderno: la manera de anunciarse el advenimiento de dicha crisis es, de por sí, significativa. Después de unos cuantos años de prosperidad y buenos negocios, empiezan a aparecer vagos rumores en los diarios; la Bolsa recibe algunas noticias poco tranquilizadoras de ciertas quiebras; las indirectas que lánzala prensa se vuelven más específicas; la Bolsa se pone cada vez más aprensiva; el banco nacional aumenta la tasa de crédito, lo cual significa que el crédito es más difícil de obtener y los montos disponibles son menores; por último, las 235 noticias de bancarrotas y cierres caen como gotas de agua en un chaparrón. Y una vez que la crisis está en pleno auge, empiezan las discusiones acerca de quién tiene la culpa. Los comerciantes echan la culpa a la negativa de los bancos a conceder crédito y a la manía especulativa de los corredores de bolsa; los corredores se la echan a los industriales; los industriales se la achacan a la escasez de dinero líquido, etcétera. Y cuando por fin los negocios empiezan a mejorar, la Bolsa y los diarios ven los primeros síntomas con alivio, hasta que vuelven por un tiempo la esperanza, la paz y la seguridad.
Lo más notable de esto es que todos los afectados, el conjunto de la sociedad, consideran y tratan a la crisis como algo fuera de la esfera de la voluntad y el control humanos, un golpe fuerte propinado por un poder invisible y mayor, una prueba enviada desde el cielo, parecida a una gran tormenta eléctrica, un terremoto, una inundación.
El lenguaje que suelen utilizar los periódicos especializados al referirse a la crisis está lleno de frases tales como: “el cielo del mundo de los negocios, hasta ahora sereno, se esta empezando a cubrir de negros nubarrones”; o cuando se anuncia un drástico aumento de las tasas de crédito bancario, aparece invariablemente bajo el título de “se anuncian tormentas”, y después de la crisis leemos cómo pasó la tormenta y qué despejado está el horizonte comercial. Este estilo periodístico revela algo más que el mal gusto de los plumíferos de la página financiera; es típico de la actitud hacia la crisis, como si ésta fuera el resultado de una ley natural. La sociedad moderna contempla con horror cómo se cierne; agacha la cabeza temblorosa bajo los golpes que caen como una granizada; aguarda el fin de la prueba y vuelve a levantar cabeza, tímida y escépticamente; mucho después la sociedad comienza a sentirse segura una vez más. Así esperaban los pueblos de la Edad Media las plagas y hambrunas; la misma consternación e impotencia ante una prueba severa.
Pero las hambrunas y pestes son antes que nada fenómenos naturales, aunque en última instancia las malas cosechas, las epidemias, etcétera, también tienen que ver con causas sociales. Una tormenta eléctrica es un acontecimiento provocado por elementos físicos y nadie, dado el desarrollo alcanzado por las ciencias naturales y la tecnología, es capaz de producir o impedir una tormenta eléctrica. Pero, ¿qué es una crisis moderna? Consiste en la producción de demasiadas mercancías. No hay compradores, y por lo tanto se detienen la industria y el comercio. La fabricación de mercancías, su venta, comercio, industria: tales son las relaciones en la sociedad moderna. Es el hombre quien produce las mercancías, y el hombre mismo quien las vende; el intercambio se da entre una persona y otra, y dentro de los factores que constituyen la crisis moderna no encontraremos un solo elemento que trascienda la esfera de la actividad humana. Es la sociedad humana, por tanto, 236 la que produce periódicamente las crisis. Y al mismo tiempo sabemos que la crisis es un verdadero azote de la sociedad moderna, esperada con horror, soportada con desesperación y que nadie desea. Salvo para algunos especuladores bursátiles que tratan de enriquecerse rápidamente a costa de los demás, y que con frecuencia no se ven afectados por ella, la crisis constituye, en el mejor de los casos, un riesgo o un inconveniente para todos.
Nadie desea la crisis; sin embargo ésta se produce. El hombre la crea con sus propias manos, aunque no la quiere por nada del mundo. Tenemos aquí un hecho de la vida económica que ninguno de sus protagonistas puede explicar. El campesino medieval producía en su parcela lo que su señor, por un lado, y él mismo, por el otro, querían y deseaban: granos y ganado, buenos vinos y ropas lujosas, alimentos y bienes suntuosos para sí y para su hogar. Pero la sociedad moderna produce lo que no quiere ni necesita: depresiones. De vez en cuando produce bienes que no puede consumir. Sufre hambrunas periódicas mientras los almacenes se abarrotan de artículos imposibles de vender. Las necesidades y su satisfacción ya no concuerdan más; algo oscuro y misterioso se ha interpuesto entre ellas.”

martes, 5 de agosto de 2008

Cambio de vida

El próximo mes de septiembre cambio de vida. He aprobado las oposiciones al Cuerpo de Profesores de Artes Plásticas y Diseño, en la especialidad de Historia del Arte.
Voy a cambiar la paleta por la tiza, el cemento por las diapositivas, el azulejo por el ordenador. Desde aquí quiero daros las gracias a todos los que habéis aguantado mi estrés y mis nervios y en vez de mandarme a freir espárragos me habéis animado siempre hacia adelante.
Muchísimas gracias a tod@s.

viernes, 25 de julio de 2008

Los años oscuros en Miguel Esteban, por Pablo Torres

Acabo de leer “Los años oscuros en Miguel Esteban”, por Pablo Torres. Se trata de uno de esos libros necesarios para comprender la Historia reciente de los pueblos: la del mío, Miguel Esteban, ha estado silenciada por aquellos que ganaron la Guerra Civil, de manera que sus muertos han sido recordados hasta la saciedad como héroes y mártires mientras que los hombres y las mujeres que lucharon por cambiar su mundo, que soñaron con una Revolución igualitaria y solidaria, han sido no sólo olvidados sino denostados y calumniados hasta el punto que mucha gente de izquierdas, al preguntarles sobre las personas que murieron, dicen aquello tan cruel y tan manido de “algo harían”.

Por tanto, lo primero que hay que resaltar es lo necesario de la publicación de este libro. Ha habido otros trabajos sobre este periodo histórico, pero siempre parciales o escasos, como el libro de Martín Jiménez (sin ningún rigor historiográfico y ceñido a un visión netamente derechista), o el trabajo presentado al Congreso sobre Memoria Histórica en Castilla- La Mancha por José Félix Felipe Ochoa (una pequeña síntesis que por su carácter de ponencia es a la fuerza parco en contenidos). Tengo conocimiento de que en el futuro inmediato se publicarán otras obras por parte de mis camaradas y amigos J. F. Felipe Ochoa y de Vicente Torres Encinas (ésta segunda ya de inminente edición) que sin duda arrojarán más luz sobre este oscuro periodo y animarán el necesario debate historiográfico.

El autor de “Los años oscuros en Miguel Esteban”, Pablo Torres, es un periodista gráfico residente en la Comunidad de Madrid pero de raíces migueletas: no en balde es nieto de Genaro Torres Araque, que fuera alcalde republicano de Miguel Esteban entre 1936 y 1937, hecho que deja claro en el libro por activa y por pasiva. Desde las primeras páginas Torres aclara su toma de partido por el bando perdedor, no sólo por ser el nieto de un señalado republicano que resultaría fusilado al acabar la contienda, sino por la necesidad expresada anteriormente de visibilizar a los perdedores y demostrar que las acusaciones que desde hace más de 70 años se viene haciendo contra ellos son, en gran medida, falsas e insidiosas.

Sin embargo, lo anterior es uno de los puntos flacos del libro: por el hecho de querer limpiar el honor de la causa republicana en Miguel Esteban, Torres construye una historia maniquea donde pareciera que todo aquel simpatizante de las derechas fue un monstruo sediento de sangre y todos los de la izquierda prohombres íntegros y mujeres semidivinas animados por nobles sentimientos democráticos. La Historia no es nunca blanca o negra, sino que está irisada por una amplia gama de matices. Pretender que todo el que entonces fuera de derechas fue malo por naturaleza y que ningún militante de izquierdas protagonizó ninguna injusticia que no estuviera justificada es una exageración tan grande que desluce por su enormidad el resto del trabajo desarrollado en sus páginas. Se echa en falta además en el libro de Torres un análisis económico riguroso del periodo que explique las condiciones laborales, culturales y sociales que explicarían los ulteriores sucesos acaecidos durante el trienio de la Guerra Civil.

Hay algunos aspectos del libro que, no obstante, merecen un análisis crítico en profundidad por no ajustarse a la realidad. Está claro, y es legítimo, el compromiso de Torres (o, al menos, las simpatías) con el PSOE, pero dicha toma de partido lo lleva a tensar de tal manera los datos históricos que construye una interpretación histórica deformada, parcial y tendenciosa, y, por lo tanto, falsa. La aclaración del propio Torres en el prólogo de que se trata de la obra de un periodista y no de un historiador no justifica dichas distorsiones, porque en su papel de periodista conoce bien la necesidad de la no manipulación de los datos, del rigor documental y los resortes que no se deben pulsar en cualquier investigación por motivos de ética.

El ejemplo más claro de dicha distorsión es la repetición hasta la saciedad de que Genaro Torres fue “alcalde socialista de Miguel Esteban”. En realidad, Genaro Torres nunca fue militante socialista, lo fue toda su vida de Izquierda Republicana, partido de carácter de izquierda burguesa no marxista. Pablo Torres tensa tanto los hechos para demostrar la filiación socialista de su abuelo que llega a insinuar que fue uno de los fundadores del PSOE miguelete apoyándose en un vago informe de la Guardia Civil de la posguerra, uno de los informes de los que él mismo rechaza la veracidad por tendenciosos, manipulados y faltos de rigor. Llega a mezclar de tal modo los datos históricos que inventa una coalición “IR-socialistas” inexistente: para las fechas en las que la sitúa sí que existió el Frente Popular, integrado por republicanos, socialistas y comunistas; también existió una coalición electoral republicano-socialista previa a la IIª República que se extinguiría tras el advenimiento de ésta, pero en la que los idearios de IR, UR o del PSOE jamás se mezclaron y en la que también estaban incluidas formaciones republicanas y personalidades de derecha como Alejandro Lerroux o Alcalá Zamora, lo que llevó a oponerse a dicha coalición (por burguesa) a muchos dirigentes del PSOE (como su propio presidente, Julián Besteiro), por entonces muy radicalizado e imbuido del espíritu revolucionario emanado por la Revolución Soviética. Esta parcialidad se debe sin duda a un intento por parte del autor de darle al PSOE un protagonismo hegemónico en la época del que careció a todas luces en Miguel Esteban, aunque también podría achacarse a cierta falta de conocimiento en profundidad de la época: por ejemplo, cita a Remigio Cantos como miembro de la Falange Española Tradicionalista, formación que fue creada como partido único por Franco (al fundir en ella elementos monárquicos, de derecha burguesa, requetés (carlistas) y falangistas de FE-JONS) después de morir el propio Remigio Cantos. Así, cita a los miembros de las Juventudes Socialistas Unificadas (que aunaba en su seno socialistas y comunistas, con preponderancia ideológica de los segundos) como miembros de las Juventudes Socialistas, a secas; no enuncia en ningún momento la composición del Ayuntamiento, muy reveladora (incluía el mismo número de miembros del PCE que del PSOE o de IR, además de miembros de UR, de CNT y de la UGT, sindicato de ideario marxista que aunaba en su seno gentes de todas las tendencias de izquierdas – no sólo socialistas o comunistas- y por entonces dominado por miembros del PCE en Miguel Esteban). El ninguneo de la importancia del PCE en dicho periodo de la historia migueleta junto con la maximización del papel del PSOE chirría tanto como el silenciamiento del ideario revolucionario de muchas de las personas que sufrieron cárcel, exilio represión e, incluso, la muerte. La pretensión de Torres de que todos ellos lucharon, sufrieron y hasta murieron sólo por la democracia es tan irreal como injusta: en aquellos años tuvo lugar una revolución en toda regla, una Revolución democrática (por mayoritaria) que pretendió abolir el orden liberal establecido para implantar un nuevo statu quo basado en la propiedad colectiva y la eliminación de las diferencias de clase. Olvidar este punto esencial significa no sólo manipular la Historia para edulcorarla haciéndola más amable y digerible para ciertos sectores de la población o para los convencionalismos democráticos actuales: es también, sin quererlo, infligir a aquellos luchadores una segunda condena, la del olvido de todo aquello por lo que lucharon y, por lo tanto, la inutilidad de todos sus esfuerzos. Estos hombres y mujeres merecen ser recordados por lo que fueron y por lo que representaron: no tenemos por qué edulcorar sus acciones mostrando sólo aquellas que nos enorgullecen ni esconder los hechos trágicos o luctuosos que algunos protagonizaron, porque fueron hijos de una época y de unas circunstancias muy duras y de crisis de todo tipo que exigieron acciones inmediatas y contundentes. Nuestro deber como militantes de izquierdas es aprender de su ejemplo, emular su esfuerzo, su determinación, sus experiencias y sus ideales, al mismo tiempo que aprender de sus errores para no volver a cometerlos haciendo bueno el manido lema de que el pueblo que olvida su Historia está condenado a repetirla.

En la línea de lo anterior, es menester fijarnos en la visión que Torres plantea sobre la CNT en Miguel Esteban. Según él, la CNT no existía organizada hasta el golpe de Estado del 36, y una vez organizada se convirtió en un nido de ultraderechistas infiltrados, conspiradores contra la República. Así, Juan Flores, cenetista asesinado a sangre fría por Paulino Argumánez, lo habría sido por dichas razones. Sin embargo, hay constancia de la existencia en Miguel Esteban, ya antes del golpe de Estado del 36, de un sindicato de la CNT que agrupaba en su seno a los albañiles, mientras que los campesinos se organizarían dentro de la UGT. Además, según otras versiones, Juan Flores bien pudo haber sido un anarquista convencido y preparado, muy activo, con vínculos en toda la comarca, en especial con una célula libertaria muy activa en Campo de Criptana. Según estas versiones, la muerte de Juan Flores debería inscribirse en la pugna entre marxistas y anarquistas en los inicios de la guerra (donde se producirían luctuosos sucesos como la eliminación de Andreu Nin o la demonización del POUM por parte del PCE). A raíz de la muerte de Juan Flores tanto su familia como muchos de sus antiguos camaradas de la CNT se pasaron a las derechas. Sin embargo, es cierto que muchos derechistas se afiliaron en masa (por razones pragmáticas: como vulgarmente se dice, por salvar el pellejo) a partidos y sindicatos de izquierda; sobre todo, en Miguel Esteban, a la CNT. Torres, en su celo anti-cenetista, llega al extremo de insinuar, sin ninguna base, que el asesinato de un joven miguelete en La Calera podría haber sido perpetrado por un infiltrado derechista en un grupo incontrolado de la CNT de la provincia de Ciudad Real que por aquellos días protagonizó algunos actos vandálicos por la comarca (aunque parece ser que sí existen indicios de que el autor de dicho asesinato perteneciera a dicho grupo).

Sin embargo, la CNT llevó a cabo una actividad que en nada puede considerarse reaccionaria. En concreto, una de las dos colectividades agrarias que funcionaron eficientemente en Miguel Esteban era de CNT. Torres, por cierto, también pasa de puntillas sobre todo lo referente a las colectividades: sólo en un caso se refiere a ellas, y lo hace para insinuar que sólo existe un “documento” que mencione a la Colectividad Leningrado (es inmediato comprobar las fuertes connotaciones comunistas del nombre).

Sin embargo, estas críticas no deben ser tomadas como una descalificación global del libro. Se trata, como ya se ha indicado, de una obra valiente y necesaria, que debe tomarse como un punto de partida para posteriores investigaciones.

Lo mejor del libro es la cantidad de datos que Pablo Torres aporta, y que suponen un fogonazo de luz en la oscuridad oficialista de dicho periodo histórico. La Historia de los pueblos no puede quedar enterrada, debe sacarse a la luz para que nuestros descendientes aprendan de las experiencias pasadas. Y esto es doblemente necesario en un pueblo como Miguel Esteban donde la única versión de la Historia que hemos conocido durante casi tres generaciones ha sido la de la oficialidad franquista.

En resumen, un libro que hay que leer, aunque esperamos que el autor pula en el futuro su estilo historiográfico (la insinuación no puede tener cabida en un trabajo de esta índole) y los errores de interpretación; errores que, por otra parte, suelen ser frecuentes en cualquier investigación histórica por diversas causas, en especial cuando, como es el caso, muchos documentos fueron destruidos porque suponían un peligro de muerte para muchos de los que aparecían en ellos (listas de afiliados, miembros de sociedades obreras, etc.).

sábado, 12 de julio de 2008

Un dolor casi insoportable

1. "Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado."
2. "Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país."
(Artículo 13 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos).

A nuestros progresistas, moralmente íntegros y bien alimentados gobernantes (cuyo dolor ante ciertos hechos es casi insoportable) se les olvidó añadir:

"Excepto si es pobre."

viernes, 11 de julio de 2008

Que gane el peor

El martes pasado me presenté a la última prueba del proceso de las oposiciones al profesorado de secundaria.
Ha sido duro: después de hacer un CAP (Curso de Aptitud Pedagógica) donde no te enseñan nada, después de dejarme los ahorros en cursos de-formación (el guión no es una errata) que cualquiera puede comprar, después de largas noches de estudio tras largas jornadas de trabajo en la obra, por fin he podido optar a un puesto de trabajo en algo que me gusta: profe de Historia del Arte en el sistema público de educación.
Pero, aunque debería estar contento (porque me lo he currao, ¡qué leches!), me he dado de morros con la realidad: el sistema está viciado desde la raíz. Echando cuentas, aunque hubiera sacado un diez en cada prueba, cualquier mindundi con la suerte de haber entrado a trabajar cuatro años antes que yo ya jugaría con la ventaja de cuatro puntos más de méritos. Eso sin contar con que cada vez las supuestas pruebas selectivas sirven para cualquier cosa menos para seleccionar: se elige un tema de entre cinco (ya hay que ser negao para que alguno no te lo hayas preparado), los que tienen la suerte de haber trabajado siquiera una semana quedan exentos de una de las pruebas (pueden presentar un informe), etc. Y, como colofón, aunque se diera la posibilidad de que alguna persona fuese la que mejor nota obtuviera, no sólo podría quedarse sin plaza, sino que pasaría a una lista "B" a la hora de optar a cubrir interinidades, porque aquellas personas que ya hubieran trabajado (independientemente de cómo hubieran accedido al sistema, podría darse la posibilidad de haber entrado en lista con un cero) tendrían preferencia.
Estoy de acuerdo con eso de la estabilidad laboral, de que no se puede tener a la gente pendiente de un hilo, etc., etc. Pero lo que también tengo claro es que el sector público debe estar abierto a cualquier persona en igualdad de condiciones y en él deben trabajar aquellas personas que demuestren merecer el puesto por méritos propios.
Hay muchos mecanismos para consolidar el trabajo de los interinos sin necesidad de incurrir en agravios comparativos: reservar plazas para un sistema de promoción interna, optar a bolsas de trabajo específicas, etc., etc.
Pero lo que no puede ser es que cualquier inútil (y no digo con esto que un interino sea un inútil, por supuesto) pueda superar manu militari a una persona preparada y con ganas. En primer lugar, porque es injusto. En segundo lugar, porque el acceso a la función pública debe ser imparcial y selectivo. Y, en tercer lugar, porque son nuestros hijos e hijas los que pagan el pato: luego querrán paliar con dotaciones informáticas y campañas publicitarias lo que no se ofrece a la chavalería en las aulas.
Y, lo más sangrante, es ver a los sindicatos de clase defendiendo con uñas y dientes a una pléyade de desgarramantas que sólo quieren poner el cazo y que cada cuatro años van en procesión a las urnas con su papeleta del PP. La caña.

sábado, 5 de julio de 2008

Las crisis las financiamos siempre los mismos

Mis compañeros de IU de Malpica-Bernuy (Toledo) me han enviado la siguiente comparativa sobre el aumento del precio del petróleo y su relación con el aumento del precio de la gasolina y la cotización del dólar (la imagen y los datos están tomados de Halón disparado):

Las conclusiones son evidentes:

En nuestro sistema económico los servicios públicos se financian con impuestos indirectos. Si se bajan los impuestos a los más ricos (lo que Botín y compañía llaman “presión fiscal”), por ejemplo el de Patrimonio o los tramos del IRPF a las grandes fortunas, si se financia a la empresa con subvenciones a troche y moche, si se otorgan a los empresarios beneficios fiscales, está más claro que el agua que alguien debe pagar la factura de nuestro Estado del Bienestar.

Y esa financiación se hace, por fuerza, a través de los impuestos indirectos, que pagamos todos y todas. Por eso se pusieron como una fiera nuestros progresistas dirigentes europeos cuando se habló de rebajar los impuestos de los carburantes, por eso los ayuntamientos de todo el espectro político centrista crean zonas de aparcamiento de pago en nuestras calles y por eso son los impuestos sobre el consumo (que pagamos los más pobres) los que financian las subvenciones que reciben los más ricos.

Aunque los pobres mortales sabemos poquito de economía, una cosa está hiperclara: para que a ellos les vaya bien, a los trabajadores, a los pobres, a los desempleados, a los que sufrimos las crisis, nos tiene que ir mal. Porque cuando la economía está boyante, no recibimos nuestra parte; y cuando las cosas se tuercen, ya nos empieza a hablar el (¿socialista?) responsable europeo de economía (Almunia) de flexibilidad laboral, moderación salarial y control del gasto público.

(Nota.: Banda sonora de La Polla Records: Ya no hay esclavitud -producir-, ¡qué mundo tan feliz! -consumir-)

sábado, 7 de junio de 2008

Hiprogresía

Uno de mis pasajes literarios favoritos es aquel del Lazarillo de Tormes en el que después de que el ciego le propinara un jarrazo en la boca al pobre de Lázaro, quebrándole los dientes e hiriéndole la cara con profundos cortes, el propio ciego le dice mientras le cura las heridas con vino:

-"¿Qué te parece, Lázaro? Lo que te enfermó te sana y da salud".

En estos últimos días he visto la misma historia recreada una y otra vez. Los poderosos del planeta se han reunido en Roma al grito de ¡ay, pena, penita, pena! para arreglar el hambre del mundo. Las mismas potencias de Oriente y Occidente cuya política económica ha causado la actual situación de depauperación y miseria en dos terceras partes de la Tierra se afanan en pronunciar sentidos discursitos y en darse golpes de pecho (mass media mediantes). El propio Zapatero, mientras tendía su mano izquierda a los 850 millones de pobresitos negritos, cerraba con la mano derecha un acuerdo paneuropeo mediante el cuál se cierra un poco más el lazo al cuello de los llamados inmigrantes ilegales en la Unión Europea.

Y es que da mucha penita que se mueran de hambre los pobres negritos, pero que no se les ocurra acercarse a mi mansión porque les suelto los perros. ¿Qué más quieren?: ya tienen libre acceso a nuestros cubos de basura, a nuestras sobras, a ver si se han creído que tienen derecho a una vida digna como nuestros hijos.

Quizás algún mojigato piense que con los 850 millones de euros prometidos para combatir la presente hambruna se va a solucionar el problema de esos 850 millones de personas en el continente africano en riesgo real de morir de hambre (por cierto, un euro por persona si los cálculos no me fallan). Son las políticas económicas de la Unión Europea y las del resto de sus compañeros de banquete las que han producido la presente situación: la especulación, las catástrofes naturales y la desertificación producidas por el cambio climático, la deuda externa, el expolio de materias primas, los altos aranceles a los productos agropecuarios de los países del Sur, las subvenciones a los productos agrícolas de los países ricos, el dumping, la contaminación de los acuíferos y de la atmósfera, la fuga de cerebros que extrae de sus países de origen a las pocas personas con formación técnica o científica, etc., etc., etc.

Mientras el sistema económico no cambie, las consecuencias seguirán siendo, por desgracia, las mismas. Cuanto más ricos seamos en el Norte, más pobres serán más millones de personas en el Sur, en una relación de causa-efecto en la que la pobreza de los más causa la riqueza de los menos, y no al revés. El Liberalismo se ha desarrollado en el mundo durante 200 años (y en las últimas décadas sin cortapisas; léase la caída del muro), y los resultados son los que son: bienestar para unos privilegiados, miseria para los demás. Pero, mientras esa marea de pobres se ubique a 2000 km de nuestras casas, el problema se reducirá al sobre del Domund y la casilla de fines sociales del IRPF y, acaso, las postales de la UNICEF en las navidades.

Ya lo dijo Rosa Luxemburgo: Socialismo o Barbarie.

Y va a ser Barbarie.

Para rato.

sábado, 31 de mayo de 2008

¿Quién dijo laicismo?

Una de las líneas electorales que más utilizó el PSOE en la campaña a las generales fue, precisamente, la de la laicidad. Eran días convulsos, con los obispos a pie de pancarta y con la extrema derecha abogando por la objeción de conciencia a una asignatura que educaba en valores de respeto y democracia.
Y funcionó, ¡vaya si funcionó! Una marea de votos de gentes de izquierda acudió en tromba a votar al laico Zapatero pensando que al día siguiente de las elecciones la presencia de la Iglesia en las instituciones públicas sería cosa del pasado.
Pero, ¡ lo que son las cosas!, a la primera de cambio el PSOE nos ha demostrado su terror a las sotanas: daba pena ver en el Congreso a un Ramón Jáuregui diciendo que no era necesaria una Ley para eliminar los símbolos religiosos en las tomas de posesión de los cargos públicos. Según Jáuregui, con el tiempo y una caña, ya se irían eliminando poco a poco dichos símbolos, "de la misma manera que no ha hecho falta ninguna Ley para eliminar los crucifijos de las escuelas públicas".
Por la misma regla de tres, según el razonamiento de Jáuregui, tampoco hubiera hecho falta ninguna Ley para elimininar los símbolos franquistas, ni para prohibir la exhibición de símbolos racistas y xenófobos en actos públicos, para prohibir fumar en locales cerrados o para regularizar los matrimonios de personas del mismo sexo, ¡ya se hubiera encargado la Sociedad, una vez que lo hubiera asimilado todo (más o menos en el siglo XXV), de hacerlo por su propio peso!
El PSOE nos ha demostrado su faceta chupacirios de la manera más cutre. Ni siquiera ha sido debatiendo la eliminación de la financiación pública de la secta católica, ni la supresión de la figura de los capellanes castrenses, ni otras cosillas de verdadera miga: han salido espantados como colegiales sólo con haber divisado en la lejanía la sombra de un báculo.
Y así nos va: de báculo.

jueves, 22 de mayo de 2008

La satisfacción de los lobos

Érase una vez, en un cercano país, un grupo de lobos que se reunieron para ver cómo marchaban sus negocios.
Lejos quedaban aquellos tiempos en los que tenían que salir a cazar por esos bosques, ya que desde hacía mucho criaban en sus propios establos a las suculentas ovejas de raza merina. Sin embargo, las leyes del Reino les imponían grabosas condiciones para sus haciendas: control veterinario, número máximo de ovejas por bebedero, etc. Así que comenzaron a introducir en los establos ovejas ilegales, de raza churra (que abundaban, ya que la lluvia ácida producida por las fábricas de los lobos había esquilmado los prados de sus valles de origen), las cuales, además de ahorrarles a los lobos impuestos, gestiones, etc., consumían menos pienso y su carne era tan sabrosa y su sangre tan dulce como la de las merinas, así que, poco a poco, los lobos fueron reduciendo la ración de pienso de las merinas y a relajar las medidas higiénicas y de control para con ellas.
Por esas razones, la agitación empezó a alterar la paz de los establos. Las merinas se quejaban de las magras raciones, del hacinamiento, del lento pero progresivo deterioro de su nivel de vida. Así que los lobos tomaron cartas en el asunto.
Decidieron difundir por los establos que la culpa de todo la tenían las churras, que portaban enfermedades de sus incivilizados prados, que se empeñaban en comer menos y en hacinarse en los rincones más sucios, por lo que su competencia era desleal.
La peregrina idea, no obstante, cuajó entre las merinas. Bajo la mirada satisfecha de los lobos, las churras eran objeto de vejaciones cada vez más frecuentes, por lo que su miedo las empujaba a no comer demasiado, con lo que los lobos cada vez daban raciones de pienso más magras y el ciclo se retroalimentaba una y otra vez.
"¿Y ninguna oveja merina se dio cuenta?", os preguntaréis, queridos niños y niñas. Pues sí, pero como las ovejas negras eran cada vez menos y estaban tan desprestigiadas por pedir la libertad de la vida en los prados y renunciar a la confortable y civilizada vida del establo, nadie les hacía caso.
Y los lobos sonreían satisfechos mientras clavaban sus dientes en los tiernos cuellos de sus ovejitas, lo mismo de las churras que de las merinas.

* * * * * *

Esta mañana estaba en el tajo y se me acercó Manuel, un extremeño rondando los 60 años con un gracioso gracejo castúo. Pero hoy no estaba para guasas. Le habían dado el boleto (la carta de despido). Y, cuando acabábamos la típica charla (que si la construcción está muy mal, que si muchas empresas, después de haberse llevado la pasta, dan el cerrojazo, etc.), me suelta Manuel:
-"Si es que no me extraña, si es que hay mucho extranjero, que como cobran menos nos están quitando el curro."
Mientras hablaba, sobre el ruido de la hormigonera y el murmullo de Radiolé de la cuadrilla de yeseros de al lado, he creído oír un prolongado aullido de lobo en la lejanía.
Habrá sido mi imaginación.
O la mala leche que se me ha puesto.

miércoles, 14 de mayo de 2008

Marcar el aspa

Al mismo tiempo que los ultracatólicos despotricaban contra Buenafuente y sus amiguitos a tenor de la campaña puesta en marcha para que en la declaración del IRPF se marque la casilla destinada a "usos sociales", la propia Madre Iglesia ha puesto en marcha la suya, anuncios de televisión incluidos.
En los días pasados algún pequeño debate se creó alrededor de estos llamamientos mediáticos y de la virtual decisión (tiiiiiibia) del Gobierno de "avanzar en la laicidad del Estado" (sic.). Una ráfaga fresca de racionalidad sacudió las apolilladas mitras obispales y sus titulares montaron en cólera con la excusa (manida) de que la dichosa casilla del IRPF no era más que un nuevo ataque a la Iglesia en venganza por las aún calientes manifestaciones callejeras de los obispos en apoyo del denostado Rajoy. Pero la sangre no llegará al río.
Se olvidan estos señores con faldas y puntillas que ellos mismos firmaron unos acuerdos hace décadas en los que se comprometían con el Gobierno de turno a autofinanciarse. La actual situación de financiación de la Iglesia Católica por parte del erario público no es sólo un anacronismo decimonónico sino, lo que es más grave, un incumplimiento supino de unos acuerdos que la propia Iglesia firmó.
Sin embargo, la Iglesia no cejará en su empeño de seguir mamando de la teta estatal. Sobre todo porque saben de la debilidad real de los golpes de efecto de Zapatero sobre el tema. Si el Gobierno encabezado por el Presidente Rodríguez Zapatero tuviese la más mínima intención de cambiar las tornas, hace tiempo que hubiera denunciado los Acuerdos con la Santra Sede. Pero Zapatero se debate entre la racionalidad de una medida que no haría sino poner a España en la órbita de los países civilizados (porque uno de los pilares de la civilización occidental es la dieciochesca separación entre Iglesia y Estado) y el miedo ridículo a que los voceros de la ultraderecha (que no son, como muchos piensan, los espantajos tipo Jiménez Losantos) aparten del regazo del PSOE a un par de millones de votantes moderados.
Entre tanto, siempre nos quedará París: marcar la aspita (la de fines sociales, por supuesto).

domingo, 27 de abril de 2008

La traición de los curritos

Fernand Braudel, el gran historiador francés y alma de la "Escuela de Annales" acuñó un concepto de gran repercusión en la historiografía del siglo XX. Se trata de la llamada "Traición de la burguesía". En el "Antiguo Régimen" (siglos XVI al XVIII grosso modo) sólo los estamentos privilegiados (la nobleza y el clero) tenían derechos políticos y podían hacerse cargo de las labores de gobierno. Las clases adineradas de las ciudades (la burguesía), aún gozando de gran poder económico, carecían de los privilegios de los anteriores. Siguiendo a Braudel, la burguesía comenzó desde antiguo a protagonizar una lucha por la conquista del poder que culminaría con las revoluciones burguesas del XIX (la más señera sería la Revolución Francesa), pero en este proceso se dieron algunas paradojas. La más importante sería dicha traición de la burguesía: muchos ricos comerciantes, artesanos, etc., de las ciudades, en vez de luchar por sus intereses como colectivo (como clase), se dedicaron a emular a los nobles, siguiendo su modo de vida, sus costumbres, asumiendo la ideología aristocrática (repudio del trabajo manual, vivir de las rentas, etc.) e incluso comprando títulos de nobleza (mediante matrimonio a veces) de manera que acababan asumiendo el sistema de cosas, traicionando así su propia ideología y constituyendose en un serio obstáculo para el progreso de la lucha por los derechos de su propia clase social.
Si extrapolamos lo anterior a nuestra sociedad, podemos comprobar, como Heráclito, que la Historia se repite: la clase trabajadora, no sólo de España sino de todo el orbe occidental, después de dos siglos de dura lucha por los derechos sociales y políticos, una vez alcanzado un cierto nivel de prosperidad económica, se ha dedicado a mirarse el ombligo y a asumir la ideología de sus antagonistas. Como los burgueses del siglo XVII, los curritos del XXI (europeos y blancos) se mueren por poseer el adosado con piscina, la tele de plasma y el Audi A4. Los moros, los rumanos, los sudacas ( los que ocupan en suma los puestos de trabajo en los que antaño también sus propios padres fueron explotados), ya no son vistos como iguales, como gentes con los mismos intereses y necesidades, como miembros de una misma clase. Quienes hablan de control de fronteras, de regulación del flujo migratorio, de inseguridad ciudadana, ya no son los señoritos de pueblo ni los empresarios urbanitas, sino los hijos del proletariado del franquismo que se avergüenzan incluso de la palabra proletariado. Se ha cambiado la solidaridad de clase por tener clase, la sobriedad obrera por la moda, la dignidad por el consumo y el derroche, el arriba parias de la Tierra por el que venga detrás que arree.
Como bien analiza Enrique Gil Calvo en "El declive de la izquierda" (El País, Opinión, 16-04-2008), asistimos a un proceso de derechización de la clase trabajadora sin precedentes, a una estratificación social donde cada uno quiere alcanzar el estatus de los que están por encima y repudia a quienes, por naturaleza social, comparten sus intereses. Ni siquiera los más explotados entre los explotados, los inmigrantes, sienten los otrora sagrados lazos de clase: mientras se ponen verdes entre comunidades nacionales (los marroquíes detestan a los rumanos, los rumanos miran por encima del hombro a los sudacas, los sudamericanos no quieren nada con los moros, etc.) llenan las grandes superficies comerciales comprando compulsivamente móviles de última generación, bambas de marca o trapitos de Mango y Zara.
Pronto desaparecerán los posters de "El Ché" y se venderán como rosquillas los de Esperanza Aguirre. Nadie se acordará de Marx ni de Bakunin. Es la traición de los curritos.

martes, 15 de abril de 2008

A cuerpo de Rey

Si no puedes con tu enemigo, únete a él: comprobando que al 99% de mi vecindario se la pela el hecho de que el Jefe de Estado lo ostente la familia Borbón por derecho de herencia, he decidido hacerme, yo también, monárquico.
Ya que se trata de un cambio de chaqueta de 180 grados, he decidido hacerlo a lo grande, fundando el Partido Democrático Monárquico, del que adelanto algunas líneas maestras de su manifiesto fundacional (que espero que suscribáis todos y todas):

- España se constituirá en Monarquía por Derecho Divino.
- En cada región autónoma su presidente será el heredero de alguna de las familias con rango de Grandes de España: en Andalucía, por ejemplo, se propondrá a la Duquesa de Alba.
- Los Ayuntamientos serán regidos de manera perpetua y hereditaria por miembros de la nobleza local. En caso de no existir ninguna familia noble, la Alcaldía será ejercida por familias cuyos miembros no hayan realizado trabajos asalariados en, al menos, las dos últimas generaciones.
- Se abolirá el Sufragio Universal y el Parlamento será sustituido por la Asamblea de los Grandes de España, compuesta por quienes ostenten el título de Conde, Marqués o Duque o miembros de la Familia Real.
- Se estudiará un calendario para la reimplantación de la Santa Inquisición y el Derecho de Pernada si así el Pueblo lo demandare.

Espero que abandonéis vuestra contumaz y envidiosa reivindicación de la República y acabéis entrando en razón uniéndoos al Partido. ¡¡¡Viva el Rey!!!

martes, 1 de abril de 2008

Mierda de Artista, de Piero Manzoni

En agosto de 1961 Piero Manzoni presentó una obra que revolucionaría el mundo del arte. Se trataba de unas cajitas llenas con 30 gramos de su propia mierda, por las cuales pedía como precio de venta el de la cotización diaria del oro.
La mayoría de la gente se lo tomó como una auténtica payasada, o a lo sumo como una broma al estilo de Dadá, pero la acción de Manzoni encerraba unas serias reflexiones sobre el arte.
En primer lugar, Manzoni criticaba con fina ironía el mercado artístico y el sistema capitalista, en el que la obra de arte se había convertido en una mercancía más. Ya no se trataba de estímulos culturales, ni de apertura de horizontes intelectuales: el artista se había convertido en una máquina de dar dinero.
Y, en segundo lugar, hacía una metarreflexión sobre la producción artística. El artista era un verdadero demiurgo que transmutaba cualquier cosa en objeto artístico. Con mierda de artista llevaba hasta el final el principio duchampiano del ready-made, merced al cual lo que confiere a cualquier objeto la categoría de obra de arte es la intencionalidad del artista que lo dota de un nuevo contexto. A partir de ahora, la auténtica esencia del arte no serían los objetos artísticos, sino la acción artística, el concepto.
Manzoni murió en el 63, en lo más activo de su vida. Con él se perdió el último azote del capitalismo artístico. Bienvenidos a la era de la Pasarela Cibeles y del Chanel para todos. ¡Manda carallo! ¡Y que luego digan que la mierda era aquello..!

miércoles, 19 de marzo de 2008

Morir de honestidad

El problema más grave de Izquierda Unida es esa obsesión por cogérnosla con papel de fumar (perdonad lo machista de la expresión). Gastamos nuestras energías en debates estériles que tienen más de bizantinos que de otra cosa, y entre tanto remilgo la gente se desanima y se acaba quedando en casa más pronto que tarde.

El caso más claro fue el de las primarias. ¿A quién se le ocurre meterse en tal berenjenal a unos meses de las elecciones? La imagen de jaula de grillos que dimos fue antológica. Pero si descendemos a pie de calle la cosa no está mejor: la misma persona que ayer te critica por hacer la pinza al PSOE te acusa mañana de seguidismo a Zapatero. Y la mayoría, sin apenas excepción, acaba votando al PSOE.

No creo que en otras organizaciones tengan el mismo afán suicida. No hay más que mirar, por ejemplo, al PSOE: los mismos que ayer entregaron Navarra al PP porque pactar con el PNV un acuerdo de gobierno era anatema, hoy están gritando sus cantos de apareamiento con los otrora soberanistas a los cuatro vientos. Y a todos los votantes del PSOE les parece la octava maravilla política.

No soy partidario de aplicar a rajatabla una línea pragmática que nos convierta en una maquinaria institucional y punto, porque precisamente el mejor activo de Izquierda Unida es su pluralidad. Pero si seguimos matándonos por estupideces, por un corsé purista beato e inquisitorial, acabaremos muriéndonos de asfixia. Eso sí, orgullosos en nuestra tumba de no haber cedido un paso, embalsamados en nuestra propia honestidad.

lunes, 10 de marzo de 2008

¿Democracia? ¿Qué democracia?

PSOE: 1 diputado por cada 65000 votos

PP: 1 diputado por cada 63.000 votos

CiU: 1 diputado por cada 70.000 votos

PNV: 1 diputado por cada 50.500 votos

ERC: 1 diputado por cada 98.700 votos

CC: 1 diputado por cada 81.500 votos

Na-Bai: 1 diputado por cada 62.000 votos

Izquierda Unida: 1 diputado cada medio millón de votos

Hay que preguntarnos:

  • ¿A quién le interesa que fuerzas políticas como Izquierda Unida, con casi un millón de votos, tengan muchos menos diputados que los nacionalistas?

  • ¿Por qué un millón de votos de Izquierda Unida valen 2 escaños mientras que 700.000 de Convergencia i Unió valen 11 escaños, 300.000 votos del PNV valen 6 escaños, 100.000 de los nacionalistas canarios valen 2 escaños, etc.?
  • ¿Por qué los dirigentes del PP y el PSOE hablan tanto de que los nacionalistas tienen demasiada fuerza y por la espalda no les da la gana cambiar una Ley electoral INJUSTA que perjudica a los partidos que se presentan en todo el país, como Izquierda Unida?
  • ¿Es esto Democracia, cuando el voto de IU vale 10 veces menos que uno del PNV u ocho veces menos que del PP o del PSOE?

  • Ahora, que tanto se presume de ampliar derechos, ¿será capaz el PSOE de cambiar esta Ley Electoral tan injusta y hacer que sea verdad lo de “una persona, un voto”, o preferirán apoyarse en los nacionalistas mientras clavan la puñalada en la espalda a la gente de izquierdas que les apoyó?

miércoles, 5 de marzo de 2008

Si hay un solo voto inútil, la Democracia es inútil

Si en un sistema político cuyo pilar fundamental es el sufragio universal se puede llegar a decir que hay votos útiles y votos inútiles es que la Democracia es también inútil.
Si mi voto, un voto consciente, un voto reflexivo, un voto democrático, es inútil, entonces es que el sistema en el que vivo no puede llamarse democrático. De nada sirvieron entonces los esfuerzos de tantas y tantas personas a través de las décadas, los años de cárcel, de represión o de lucha contra la Dictadura.
No pienso resignarme. Tengo dignidad. Voy a votar IU.

domingo, 2 de marzo de 2008

Palestina se desangra

Ya no quedan palabras, sólo la rabia. Ya no se trata sólo de ver la hipocresía y el doble rasero con el que nuestra querida Europa del Euro mira hacia los pueblos del Sur, sino de comprobar día a día cómo su historia se va convirtiendo, como el título de la obra de Borges, en la Historia Universal de la Infamia.
Da vergüenza comprobar cómo ni uno de los gobiernos europeos (de Norteamérica no puede esperarse nada) ha llamado a consultas a su embajador en Israel, cómo ni siquiera han tenido un gesto de dignidad para pedir con medidas de fuerza que acabe el genocidio palestino. Las razones que en otros tiempos sirvieron para arrasar Iraq o arruinar Yugoslavia no han dado para más que unos tímidos sentimientos de condolencia. Lejos ha quedado la firmeza de Zapatero clamando contra guerras inmorales e ilegales. Y es que los sin voz no dan votos.
Por eso es de agradecer el gesto de Llamazares en Asturias, saliendo con la Qipa al estrado del mitin con el atril envuelto en la bandera de Palestina. Aunque es sólo un gesto, os lo juro que me he emocionado: pero no esperaba menos.
Viva Palestina.

sábado, 23 de febrero de 2008

Radio Nacional de España. La pública. La suya.

Uno de los lemas más manidos de Juan Ramón Lucas, conductor del programa matinal de RNE “En días como hoy” es el del título del post: “Radio Nacional de España. La pública. La suya.

A pesar del inefable grupito de tertulianos y de las opiniones pro-PSOE cada vez peor disimuladas por su director, en dicho programa se alardea de neutralidad y de “no opinar”, y para demostrarlo ponen a disposición del ciudadano un teléfono, 900 137 137 (gratuito), en el que se puede dar la opinión y hasta intervenir.

Hace unos días (¡ay, mísero de mí, ay, infelice!) se me ocurrió llamar, quejándome de que ya que la Constitución promueve explícitamente el pluralismo político, un debate a dos me parecía no sólo un atropello a los partidos distintos al PP-PSOE, sino que iba en contra del espíritu y la letra constitucional. La señorita, muy amable, tomó nota y me pidió el teléfono para llamarme cuando me tocara intervenir en directo, pero en el programa no se hizo referencia al tema. Al día siguiente, llamé para decir que si Izquierda Unida tenía un 5% de votos, grosso modo, le correspondía un 5% del hemiciclo, es decir, 17 ó 18 de 350 diputados, y que como sólo teníamos 5 me parecía que es como para perder la fe en la democracia. De nuevo amabilidad, pero, en el programita, ni mú.

El caso es que me lo he tomado como experimento sociológico: llamo a diario (¡palabra!) desde el curro y les expongo mi queja (sobre todo lo del atraco electoral), con idénticos resultados: escucho la radio, habla gente de todo el Estado de cualquier tema y de lo mío cero patatero (como diría nuestro políglota ex-presidente Ansar). Os animo a llamar y a experimentar en carne propia el ninguneo.

Al menos, ya entiendo el verdadero sentido del lema del programa: Radio Nacional de España. La pública. La suya (la del PSOE).

domingo, 17 de febrero de 2008

En un mundo libre...

El bendito Ken Loach, director de cine comprometido como ninguno, ha estrenado recientemente una nueva película: "En un mundo libre...", donde se centra de nuevo en la problemática de la inmigración ilegal en Occidente.
El tema viene que ni pintado en estos días de (pre)campaña electoral. Toda persona con más corazón que estómago sintió náuseas al escuchar a Arias Cañete hablar de lo mal que está el servicio, o el aplaudido por la ultraderecha europea contrato para los inmigrantes propuesto por el PP, donde los trabajadores extranjeros tendrían que pasar por la humillación de firmar un documento a su entrada al país donde se comprometieran a respetar las leyes y las costumbres españolas(?).
Dicho contrato propuesto por Espe, Rajoy y cia. nos lleva a hacer unas reflexiones inmediatas: en primer lugar, está claro que cualquier persona en cualquier país, extranjera o no, está obligada a respetar las leyes, luego, ¿a qué viene eso de firmar que se va a cumplir algo a lo que ya estás obligado? Y en segundo lugar, ¿quién es el guapo que dice qué costumbres son las que hay que respetar? ¿Obligaremos a los kenyatas a bailar sevillanas? ¿Tendrán que salir los canadienses de los bares con un palillo de dientes en la comisura de los labios y rascándose la entrepierna? ¿Me recibirá mi amigo Mohamed en su casa bailándome un aurrezku en vez de con un té con menta? Y, por otra parte, ¿a qué extranjeros? Porque la ley española dice claramente que los ciudadanos de la UE tienen iguales deberes y derechos en todos los países de la Unión. ¿Habrá una escala de ciudadanos de primera, de segunda y de tercera?
Está claro que el PP no ha hecho ninguna de esas reflexiones y que lo único que pretenden es fidelizar a una parte de su electorado que comulga con la extrema derecha. Pero lo que resulta decepcionante es la reacción del PSOE: pese a que criticó (¿cómo no?) el contrato de marras, la primera reacción de Rubalcaba fue decir que ellos "habían expulsado del país durante 2007 a más ilegales que nunca", haciendo un guiño a los sectores más intransigentes. Y, no contentos con eso, en la escalada electoral por copar los votos de la xenofobia, propusieron que los extranjeros que residieran en España y tuvieran carné de conducir fueran obligados a realizar una prueba para convalidar dicho permiso. Estamos en las mismas: los ciudadanos de la UE, rumanos y búlgaros incluidos, tienen su documentación homologada a la española automáticamente. Y los extracomunitarios tienen tratados de reciprocidad que homologa títulos y documentos según tratados bilaterales (es decir, que, por ejemplo, Ecuador reconoce la validez del permiso de conducir español en territorio ecuatoriano y España hace lo propio con los ecuatorianos en territorio hispano). ¿Qué va a hacer el PSOE entonces? ¿Derogar la legislación comunitaria y no aceptar el carné de los rumanos como válido? ¿Derogarán el tratado bilateral con Colombia o Argentina y los residentes españoles allí tendrán que hacer una prueba de homologación de sus carnés?
La xenofobia tiene muchas caras. Y la que va unida a la hipocresía y la demagogia es la más amable, pero no por ello la más inocua.

Mi amigo Santos

Cuando acabó la Segunda Guerra Mundial, el senador McCarthy desencadenó una persecución política sin precedentes en los Estados Unidos destinada a limpiar de comunistas tanto los USA como el Occidente bajo su esfera de influencia. Esta caza de brujas se cebó sobre todo en artistas, periodistas, intelectuales y gente del cine (por lo que alcanzó una gran repercusión), alcanzando unas cotas de censura tales que se creó una psicosis colectiva que llevó a miles de personas a denunciar a antiguos vecinos y amigos que pasaban por la humillación de testificar ante la Comisión de Actividades Antiamericanas. De esta manera, aunque muchos no fueron condenados oficialmente, pasaron el calvario de verse perseguidos, marginados y apartados de la vida pública por el mero hecho de tener simpatías por la izquierda (y, a veces, sólo por ayudar a algún izquierdista).

La Historia, como postuló Nietszche, se repite continuamente, a diferentes escalas y en tiempos y maneras distintos. En mi pequeño pueblo (Miguel Esteban), a un vecino, Santos Ochoa, candidato del PSOE al Ayuntamiento local, se le ocurrió la peregrina idea de que algunas cosas tenían que cambiar. Cosas tan evidentes como que el Ayuntamiento no contratara a dedo ni despidiera a discreción al personal laboral, que hiciera públicas las cuentas públicas (valga la redundancia), que se eliminara del callejero local el nombre de militares golpistas o de dictadores como los generales Mola y Franco, etc., cayeron como una bomba en el seno de la comunidad migueleta, acostumbrada a que sólo los rojos de Izquierda Unida hicieran dichas disparatadas peticiones. Se desencadenó entonces una verdadera caza al hombre, un acoso y derribo (siempre he querido tener un blog para poder escribir tantos tópicos...) feroz contra él, negándole el pan y la sal de la buena voluntad y las buenas intenciones. Se le presentó como un monstruo cuyo único objetivo eran cargarse al pueblo, al que sólo movían intereses espurios. Perdió las elecciones, pero el acoso no paró ahí, sino que sigue día a día como los perros que se ceban en la presa muerta.

Personalmente, no creo que nadie se meta en política municipal en un pueblo pequeño sin intenciones de mejorar las cosas (y les otorgo el beneficio de la duda a todos, desde el PP hasta Batasuna). Sólo que hay muchas formas distintas, y hasta incompatibles, de querer cambiar las cosas. Está claro que discrepé y discrepo, más de forma que de fondo, de muchas de las propuestas del PSOE local en las anteriores elecciones municipales (si no, les hubiera votado a ellos y no a Izquierda Unida), pero eso no es óbice para que tenga que quedarme de brazos cruzados cuando veo que un sector de los habitantes de mi pueblo quieren destruir sin escrúpulos a una persona sólo por razones de interés político. Sobre todo cuando, esencialmente, se trata de una buena persona con buenas ideas y con buenas intenciones.

Viene al pelo el famoso poema, atribuido por error a Bertolt Brecht, de Martin Niemoeller (vuelvo a suscribir lo de los tópicos ;)):

Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista.
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata,
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista,
Cuando vinieron a buscar a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío,
Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.

No pienso callarme cuando veo el acoso al que se está sometiendo a Santos Ochoa, por muchas razones. La principal de ellas es que estoy orgulloso de ser su amigo.

sábado, 16 de febrero de 2008

¡Qué modernos son estos sociatas!

Cuando los voceros del progresismo institucional (léase PSOE) atacan a la izquierda transformadora, suelen descalificarla como antigua, fuera de la realidad, o utópica. ¡Como si los obreros de la construcción, el campo o la mar, que disfrutan de jornadas de 9 horas sin pagas y sin vacaciones, a veces firmando el finiquito en blanco, estuviesen fuera de la realidad o su situación no fuese real y contemporánea..!
Sin embargo, se les ve el plumero cuando se trata de abordar la existencia de instituciones medievales. Para ellos la monarquía, por ejemplo, no es una rémora antidemocrática, elitista y “antigua”. Que la Jefatura del Estado sea heredad de una familia, que no tengamos derecho a su elección libre y por sufragio universal, que las cuentas de la Casa Real estén blindadas a auditorías, etc., etc., etc., no son para ellos antiguallas medievales, sino (¡voto a bríos!) una garantía de unidad para los españoles (¡cáspita!), como se encargó de recordarnos el propio Zapatero hace unas semanas con ocasión del 40 cumpleaños del heredero de la Jefatura del Estado, escribiéndole una carta, publicada en los periódicos, en la que demostraba su peloteril sumisión a la Corona.
Tampoco ven ningún impedimento en defender el sistema electoral, herencia del liberalismo del siglo XIX que, mediante el uso y abuso de la circunscripción provincial, margina a fuerzas democráticas estatales como Izquierda Unida de manera que con casi un millón y medio de votos obtienen sólo cinco diputados mientras partidos como el PNV o ERC, con tres o cuatro veces menos votos tienen siete u ocho.
Tres cuartos de lo mismo pasa pasa con la Iglesia. Desde la Ilustración (siglo XVIII para más señas) se ha estado pregonando la separación Iglesia-Estado, la laicidad de los gobiernos, etc., etc. Al pobre de Montesquieu le daría un pasmo al ver como a la quintaesencia del progresismo español le da igual que en las escuelas públicas se predique una fe, que los obispos designen a dedo a los profesores de religión (pero siendo el Estado quien les paga), que se pague al clero por parte del erario público o que los capellanes castrenses formen parte del organigrama (y la nómina) del Ministerio de Defensa.
Por eso les resulta muy duro ver como sus protegidos (esos señores con joyas, bonetes y faldas con puntillas) piden abiertamente el voto para el PP o soliviantan a la ciudadanía clamando contra el derecho a una sexualidad sana, al divorcio, al aborto, despotricando contra el derecho a la libre elección de la opción sexual o pidiendo la objeción de conciencia a una asignatura que enseña valores democráticos. Señores psoecialistas: ajo y agua. De aquellos polvos, estos lodos.
Ya es hora de entrar en la modernidad. Hágannos caso a los cavernícolas de la izquierda transformadora y hagan realidad, en pleno siglo XXI, la separación de la Iglesia y el Estado.

La balsa de La Medusa

Hace unas semanas escribí este pequeño artículo para la revista local "Punto de Encuentro". Como veréis, el tono es bastante (¡¡¡mucho!!!) moderado, porque el público al que va dirigido no es precisamente la flor y nata de la progresía (Miguel Esteban, para quienes no lo sepáis, es un feudo tradicional de la derecha más recalcitrante). Pero me pareció interesante hurgar un poco en el tema de la inmigración, tan traída y llevada.

La balsa de La Medusa

De entre las muchas obras cumbre del arte que se pueden admirar en el parisino Museo del Louvre destaca una de 1819 del pintor romántico Théodore Géricault titulada La balsa de La Medusa.

Esta enorme pintura, tanto por sus dimensiones (mide siete por cinco metros) como por su calidad pictórica, está basada en una truculenta historia que agitó la conciencia de la sociedad francesa de la época.

En 1816, tras la derrota de Napoleón y la restauración de los Borbones en el trono francés, una fragata, La Medusa, naufragó a unos 150 kilómetros de la costa del Senegal (en aquella época territorio galo). Como el total de los 400 navegantes no cabía en los botes salvavidas, el capitán decidió que éstos fueran ocupados según el rango de la tripulación, dando preferencia a oficiales y aristócratas. El resto, unas 150 personas entre marineros, sirvientes y soldados rasos, fue trasladado a una balsa construida con madera de la fragata que sería remolcada por los botes. Sin embargo, al poco tiempo, los aristócratas comprobaron que remolcar la balsa les entorpecía la marcha, así que decidieron cortar las amarras y abandonar la balsa a su suerte.

Los botes alcanzaron la costa sin dificultades, pero la balsa de La Medusa quedó a la deriva; sin víveres, sin remos, sin agua potable, pronto el hambre, la sed, la insolación y la enfermedad se enseñorearon de tan precaria embarcación durante 52 días, al cabo de los cuales sólo 15 tripulantes fueron rescatados con vida, de los que 5 murieron al poco tiempo. Los diez supervivientes difundieron por toda Francia los terribles hechos, relatando tanto el infame acto de los aristócratas de La Medusa como la serie de calamidades que ocurrieron a bordo de la balsa, donde se llegó al asesinato, la enajenación mental, el suicidio e incluso al canibalismo.

El conocimiento de tales noticias causó gran ira y revuelo en la población francesa, que vio en aquellos hechos la personalización de lo repugnante de quienes desprecian hasta el extremo la vida de aquellos a quienes consideran inferiores. El cuadro de Géricault provocó tal vergüenza entre la nobleza que un grupo de ellos intentó comprar el lienzo para destruirlo, aunque la famosa obra se salvó, paradójicamente, al ser adquirida por el propio rey para la colección real.

Aún hoy, casi 200 años después de aquellos hechos, nos sentimos conmovidos por esa historia. Sin embargo, por ironías del destino, en los últimos años no una sino cientos de balsas de La Medusa se dirigen desde el Senegal a las costas españolas cargadas de seres humanos desesperados, desfallecidos, en condiciones infrahumanas, muchos de ellos encontrando la más indigna de las muertes. Sin embargo, muy al contrario que los franceses de hace dos siglos, escuchamos cada día en el Telediario esas noticias sin inmutarnos, sin conmovernos, como si no se tratara de seres humanos.

Puede que no nos queramos parar a reflexionar que nosotros, los españoles del siglo XXI, quizás somos como aquellos aristócratas que, para salvar sus vidas, arrojaron a la muerte a decenas de personas que suponían un lastre para su marcha. De la misma manera, nosotros nos negamos a acoger a las personas que arriban a nuestras costas porque pensamos que supondrán un lastre para nuestra economía. No hace falta más que escuchar cualquier conversación en el bar, en la consulta del dentista o en el despacho del pan: la gente no piensa en estos seres desesperados como en seres humanos con tanta dignidad como nosotros mismos, sino que se queja de que ocuparán puestos de trabajo, acudirán al médico o supondrán un gasto para los servicios sociales. Ni siquiera nos paramos a pensar que quizás dichos emigrantes en realidad no nos vienen a robar nada, que vienen a ocupar los peores puestos de trabajo, que contribuyen al sostenimiento del sistema de pensiones o que dinamizarán nuestra economía gracias a su consumo, alquileres, compra de bienes, etc.

Lo que queremos es que nuestra riqueza, nuestro nivel de vida, no baje ni siquiera una milésima por culpa de estos negros y moros a quienes consideramos inferiores. Como los aristócratas de La Medusa, preferimos cortar las amarras de la balsa que tememos que lastre nuestro futuro. Y con este acto, abandonamos a miles de seres humanos a la desesperación y la muerte.