domingo, 26 de abril de 2020

Ahorquemos a Fernando Simón

Cada vez que que escucho una de las mejores canciones de Kortatu, Don Vito y la revuelta en el frenopático, basado en Makoki, el mítico personaje de Gallardo, Borrallo y Mediavilla, me acuerdo de las ruedas de prensa del pobre Fernando Simón.
Como en la canción, los enfermos mentales de un siquiátrico y se reúnen en asamblea y deciden ahorcar al hombre del tiempo por dar un pronóstico de granizos, rayos, truenos y viento huracanado, y deciden por unanimidad que ¡mañana, sol!
 Como en la canción, cada día una jauría de especialistas en pandemias y en coronacrisis vociferan en las redes y decretan que Fernando Simón es un mierda y que hay que echarlo a los leones. Como si eliminar al mensajero arreglara algún problema.
¡Ea, pues!: ahorquemos a Fernando Simón y pongamos con ello fin a la pandemia. ¡Yeah!

lunes, 13 de abril de 2020

Renta básica


Recuerdo en mis tiempos mozos cuando veía Ciencia Ficción de serie B que una de las cosas que más me llamaba la atención de las sociedades futuras que aparecían en esas historias era que, una de dos, o eran sociedades donde la humanidad estaba totalmente dividida entre oprimidos y amos que lo tenían todo, o eran sociedades igualitarias donde no había dinero, ni ricos ni pobres. Con el tiempo vas descubriendo a autores serios, como Ursula K. Le Guin o Kim Stanley Robinson, y te vas adentrando en otros mundos bastante más complejos.
Todo esto viene a cuento porque aquellas lecturas dejaron en mí un poso en el que echaría raíces el marxismo. Porque desde crío he tenido bien claro que una sociedad que se llame así misma avanzada no puede serlo sin garantizar los derechos básicos a la ciudadanía. Y con derechos básicos me refiero sobre todo a los económicos: techo, educación, trabajo, educación y sanidad. Y para ello es necesario que cada persona tenga, por el mero hecho de vivir, unos ingresos mínimos.
Por primera vez en nuestra historia como país se está hablando de establecer una renta básica, unos ingresos mínimos para todas y todos. Sin embargo, parece que no llueve a gusto de todas.
No nos engañemos: la derecha se está movilizando contra esta medida revolucionaria. Pero como no puede decir la verdad de lo que piensa, porque demostrarían su mezquindad, utilizan razones rebuscadas y retorcidas. La principal es que, según la derechona, un país no puede soportar ese gasto tan enorme sin subir los impuestos, y que esta subida además acabaría minando la economía. La ultraderecha, sin ningún tipo de complejos, va más allá: se niega a que quienes consideran vagos y gentuza, como inmigrantes y gitanos, por ejemplo, reciban dinero gratis y vivan de la sopa boba.
Sin embargo, hay una cosa que no dicen: esta renta básica la recibirían las personas más pobres, de menores ingresos. Por supuesto que esto puede dar lugar a la picaresca y al fraude, pero esto es como decir que todos los autónomos son delicuentes porque una minimísima parte reciba subvenciones de forma fraudulenta. Y se trataría de un dinero que difícilmente iría a parar al ahorro, porque se dedicaría a cubrir necesidades básicas: comida, vestido, techo. Por tanto, este dinero se pondría en circulación de manera inmediata, revitalizando la economía de nuestros barrios, de nuestras empresas y de nuestros negocios.
Por otra parte, claro que se tendrían que pagar más impuestos. Los impuestos son el lubricante que mueve la sociedad. Es una falacia lo de que las sociedades van peor cuantos más impuestos se pagan. Porque, además, en una sociedad justa, los impuestos son progresivos, y se deben cobrar de donde hay: el problema es cuando quien más tiene más se escaquea, pero eso es harina de otro costal.
Y, además, preguntémonos qué significaría pagar un 2% más de impuestos. Si alguien paga en el IRPF 200€, pagaría 4 € más. Claro. Quien paga 10 millones tendría que pagar 200.000€ más. No es raro que se quejen. Lo raro es que Amancio Ortega o las Botín convenzan a un currito de que subir los impuestos es malo malísimo. Ya se sabe, lo de más tonto que un obrero de derechas...
Pero, razones económicas aparte, la renta básica debe implantarse por justicia social. Como dice la Constitución, la riqueza debe supeditarse al interés general, y de la misma manera que el Estado no puede permitirse que muera ni una sola persona si puede evitarlo, movilizando para ello todos sus recursos, tampoco puede dejar que ni una sola de las personas que componen la sociedad no tenga cubiertas las necesidades básicas.
Entonces, ya podríamos hablar de patriotismo.