martes, 13 de febrero de 2018

Tres poemas de amor obsolescente

A veces, cuando te acostumbras demasiado a una forma de vida y de repente, de manera traumática, todo cambia, entras en una especie de estado de shock emotivo. Una mañana te despiertas y te das cuenta, de golpe, de que, aunque no lo reconoces, el señor que hay en el espejo eres realmente tú. La madurez se ha asimilado con cuentagotas y eres consciente de haber pasado de golpe y porrazo de la adolescencia a la obsolescencia.
Ocurre, sobre todo, en la ruptura de cualquier relación sentimental, donde se atraviesan las consabidas cuatro fases del duelo: negación, ira, dolor emocional y aceptación.
Por fortuna, tanto en una cosa como en la otra estoy a punto de alcanzar la cuarta fase. Para entonces ya escribiré otro poema.

Tres poemas de amor obsolescente

1 (OBITUARIO)

El Facebook.
Las facturas.
La lista de la compra.
Todo la rememora,
como en un obituario.

Y la carne se desgarra poco a poco,
y el hueso pierde el tuétano
en silencio,
y todo la regresa,
como los obituarios.

Las fotos.
La fila de cazuelas.
La colección de conchas.
Tipografía en sepia
de los obituarios.

Cuenta conmigo.
Sé fuerte.
Aquí nos tienes, para lo que necesites.
Ostias.
Como en un obituario.

2 (ET OMNIA VANITAS)

Infinito el sol de tu cabello.
Claro y profundo el mar de tu mirada.
Trigo tostado el campo de tu cuerpo.

Alienado me arrastro tras tus pasos
atravesando el aire a dentelladas
por la impotencia de mis actos.

Te emplazo en el sendero de las cuencas vacías,
de los huesos pelados y macabros,
de las entrañas corroídas por el tiempo.

Que así serás tú
cuando tu sol se apague,
cuando tu mar se acabe
y se agosten las mieses en tu cuerpo.

3

¿Quién me negó tu piel,
tu piel amada, tu piel
apetecida y olorosa
si fuiste el agujero en mis zapatos,
si te sentí la carne de mis sesos?

¿Quién me negó tu sien,
tu nuca ardiente, tu vientre
de humedad acogedora,
si hundí en tu voz mis ojos y mis manos,
si te sentí la base de mis huesos?

Tanto tiempo perdido,
tanto sueño maltrecho,
tanto amor, tanto adiós.
Tanta ironía.

Y tanto mazapán
entre tu sexo
mutado en hiel amarga
y corrompida.