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miércoles, 4 de febrero de 2015

El PCE, SYRIZA y el Neoestalinismo

 En 1989 apareció electoralmente en Grecia Sinaspismós (Coalición, en griego), donde se presentaban unidas a las elecciones las dos mitades en las que se escindió el KKE, la prosoviética y la eurocomunista. Poco duró la unión, ya que los cuadros alineados con la ortodoxia marxista-leninista se reagruparon en el nuevo KKE, reafirmando los principios del centralismo democrático y denunciando todo tipo de desviacionismo de la línea ortodoxa (identificada con el comunismo anterior al  XX Congreso del PCUS, aquel donde Jrushchov denunciara los crímenes del stalinismo) mientras que el resto decidió convertir Sinaspismós en un partido político, en 1991.
Desde entonces, el PCE ha mantenido unas relaciones fraternas tanto con el KKE como con Sinaspismós, relaciones que se evidenciaban, por ejemplo, en las tradicionales delegaciones enviadas mutuamente a los diferentes congresos de cada partido, a la presencia en las fiestas organizadas por los partidos a nivel nacional (como nuestra querida Fiesta del PCE), etc.

lunes, 25 de agosto de 2014

La obsesión de Podemos por Gramsci

Si hay un pensador que se cita y se recita en el núcleo dirigente de Podemos, ese es Antonio Gramsci, el histórico dirigente del Partido Comunista Italiano.
Pese a ser considerado como un clásico del marxismo, Gramsci fue uno de los grandes renovadores de las teorías de Marx y también de Lenin, pese a que jamás atacara el núcleo duro de la teoría.
Uno de los aspectos que más atraen del pensamiento de Gramsci (aparte de su férreo compromiso, que le llevó a la cárcel) es su supuesta heterodoxia o flexibilidad, ya que a diferencia de muchos dirigentes comunistas de su época, Gramsci defendió la idea de que la revolución era un objetivo dinámico, en continua transformación. El marxismo clásico, por ejemplo, otorgaba el papel de dinamizador de dicha revolución a los obreros industriales, el proletariado, mientras que Gramsci, como ya lo hizo Lenin, defendió que todo grupo social explotado podía convertirse en elemento de vanguardia revolucionaria. Ponía como ejemplo a los campesinos rusos, pero también a los jornaleros del sur de Italia.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Analfabetismo político

Hoy me he vuelto a encontrar con una cita de Bertolt Brecht. , que viene al pelo por la gran cantidad de hipócritas que se enorgullecen de no entender de política, pero que depositan su voto, religiosamente, en cada cita electoral, cambiando del PP al PSOE y viceversa como quien cambia de gayumbos:

"El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio de los garbanzos, del pan, de la harina, del vestido, de los zapatos y de las medicinas, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales".

No me extraña que a los comunistas se nos acuse de trasnochados, pero es que cada vez nos damos cuenta de que no hay nada nuevo bajo el sol. Brecht murió ya hace décadas, pero su mensaje sigue tan fresco como entonces.
Sólo que, ahora, los empresarios se llaman emprendedores, y la explotación laboral se llama flexibilidad y competitividad.

lunes, 30 de marzo de 2009

Vuelven los clásicos

En la portada de la página de la Fundación Federico Engels aparece el siguiente fragmento del Manifiesto Comunista. La vigencia de este texto de hace 150 años pone los pelos como escarpias. Que aproveche:
"Os aterráis de que queramos abolir la propiedad privada, ¡como si ya en el seno de vuestra sociedad actual la propiedad privada no estuviese abolida para nueve décimas partes de la población, como si no existiese precisamente a costa de no existir para esas nueve décimas partes! ¿Qué es, pues, lo que en rigor nos reprocháis? Querer destruir un régimen de propiedad que tiene por necesaria condición el despojo de la inmensa mayoría de la sociedad."

viernes, 8 de agosto de 2008

Nada nuevo bajo el sol

En el blog Luches en Trubia he encontrado un fragmento de "¿Qué es la economía?", de Rosa Luxemburgo, que explica de forma meridiana en qué consiste la crisis económica. Hace casi un siglo y su contemporaneidad pone los pelos de punta.
Como dijo mi amigo Ángel Tajuelo, las crisis son la "cara b" del disco capitalista, ¿por qué no pinchamos otro?.
Os dejo el fragmento en cuestión:
…”Todos sabemos cómo aterroriza el espectro de la crisis comercial a cualquier país moderno: la manera de anunciarse el advenimiento de dicha crisis es, de por sí, significativa. Después de unos cuantos años de prosperidad y buenos negocios, empiezan a aparecer vagos rumores en los diarios; la Bolsa recibe algunas noticias poco tranquilizadoras de ciertas quiebras; las indirectas que lánzala prensa se vuelven más específicas; la Bolsa se pone cada vez más aprensiva; el banco nacional aumenta la tasa de crédito, lo cual significa que el crédito es más difícil de obtener y los montos disponibles son menores; por último, las 235 noticias de bancarrotas y cierres caen como gotas de agua en un chaparrón. Y una vez que la crisis está en pleno auge, empiezan las discusiones acerca de quién tiene la culpa. Los comerciantes echan la culpa a la negativa de los bancos a conceder crédito y a la manía especulativa de los corredores de bolsa; los corredores se la echan a los industriales; los industriales se la achacan a la escasez de dinero líquido, etcétera. Y cuando por fin los negocios empiezan a mejorar, la Bolsa y los diarios ven los primeros síntomas con alivio, hasta que vuelven por un tiempo la esperanza, la paz y la seguridad.
Lo más notable de esto es que todos los afectados, el conjunto de la sociedad, consideran y tratan a la crisis como algo fuera de la esfera de la voluntad y el control humanos, un golpe fuerte propinado por un poder invisible y mayor, una prueba enviada desde el cielo, parecida a una gran tormenta eléctrica, un terremoto, una inundación.
El lenguaje que suelen utilizar los periódicos especializados al referirse a la crisis está lleno de frases tales como: “el cielo del mundo de los negocios, hasta ahora sereno, se esta empezando a cubrir de negros nubarrones”; o cuando se anuncia un drástico aumento de las tasas de crédito bancario, aparece invariablemente bajo el título de “se anuncian tormentas”, y después de la crisis leemos cómo pasó la tormenta y qué despejado está el horizonte comercial. Este estilo periodístico revela algo más que el mal gusto de los plumíferos de la página financiera; es típico de la actitud hacia la crisis, como si ésta fuera el resultado de una ley natural. La sociedad moderna contempla con horror cómo se cierne; agacha la cabeza temblorosa bajo los golpes que caen como una granizada; aguarda el fin de la prueba y vuelve a levantar cabeza, tímida y escépticamente; mucho después la sociedad comienza a sentirse segura una vez más. Así esperaban los pueblos de la Edad Media las plagas y hambrunas; la misma consternación e impotencia ante una prueba severa.
Pero las hambrunas y pestes son antes que nada fenómenos naturales, aunque en última instancia las malas cosechas, las epidemias, etcétera, también tienen que ver con causas sociales. Una tormenta eléctrica es un acontecimiento provocado por elementos físicos y nadie, dado el desarrollo alcanzado por las ciencias naturales y la tecnología, es capaz de producir o impedir una tormenta eléctrica. Pero, ¿qué es una crisis moderna? Consiste en la producción de demasiadas mercancías. No hay compradores, y por lo tanto se detienen la industria y el comercio. La fabricación de mercancías, su venta, comercio, industria: tales son las relaciones en la sociedad moderna. Es el hombre quien produce las mercancías, y el hombre mismo quien las vende; el intercambio se da entre una persona y otra, y dentro de los factores que constituyen la crisis moderna no encontraremos un solo elemento que trascienda la esfera de la actividad humana. Es la sociedad humana, por tanto, 236 la que produce periódicamente las crisis. Y al mismo tiempo sabemos que la crisis es un verdadero azote de la sociedad moderna, esperada con horror, soportada con desesperación y que nadie desea. Salvo para algunos especuladores bursátiles que tratan de enriquecerse rápidamente a costa de los demás, y que con frecuencia no se ven afectados por ella, la crisis constituye, en el mejor de los casos, un riesgo o un inconveniente para todos.
Nadie desea la crisis; sin embargo ésta se produce. El hombre la crea con sus propias manos, aunque no la quiere por nada del mundo. Tenemos aquí un hecho de la vida económica que ninguno de sus protagonistas puede explicar. El campesino medieval producía en su parcela lo que su señor, por un lado, y él mismo, por el otro, querían y deseaban: granos y ganado, buenos vinos y ropas lujosas, alimentos y bienes suntuosos para sí y para su hogar. Pero la sociedad moderna produce lo que no quiere ni necesita: depresiones. De vez en cuando produce bienes que no puede consumir. Sufre hambrunas periódicas mientras los almacenes se abarrotan de artículos imposibles de vender. Las necesidades y su satisfacción ya no concuerdan más; algo oscuro y misterioso se ha interpuesto entre ellas.”