Al mismo tiempo que los ultracatólicos despotricaban contra Buenafuente y sus amiguitos a tenor de la campaña puesta en marcha para que en la declaración del IRPF se marque la casilla destinada a "usos sociales", la propia Madre Iglesia ha puesto en marcha la suya, anuncios de televisión incluidos.
En los días pasados algún pequeño debate se creó alrededor de estos llamamientos mediáticos y de la virtual decisión (tiiiiiibia) del Gobierno de "avanzar en la laicidad del Estado" (sic.). Una ráfaga fresca de racionalidad sacudió las apolilladas mitras obispales y sus titulares montaron en cólera con la excusa (manida) de que la dichosa casilla del IRPF no era más que un nuevo ataque a la Iglesia en venganza por las aún calientes manifestaciones callejeras de los obispos en apoyo del denostado Rajoy. Pero la sangre no llegará al río.
Se olvidan estos señores con faldas y puntillas que ellos mismos firmaron unos acuerdos hace décadas en los que se comprometían con el Gobierno de turno a autofinanciarse. La actual situación de financiación de la Iglesia Católica por parte del erario público no es sólo un anacronismo decimonónico sino, lo que es más grave, un incumplimiento supino de unos acuerdos que la propia Iglesia firmó.
Sin embargo, la Iglesia no cejará en su empeño de seguir mamando de la teta estatal. Sobre todo porque saben de la debilidad real de los golpes de efecto de Zapatero sobre el tema. Si el Gobierno encabezado por el Presidente Rodríguez Zapatero tuviese la más mínima intención de cambiar las tornas, hace tiempo que hubiera denunciado los Acuerdos con la Santra Sede. Pero Zapatero se debate entre la racionalidad de una medida que no haría sino poner a España en la órbita de los países civilizados (porque uno de los pilares de la civilización occidental es la dieciochesca separación entre Iglesia y Estado) y el miedo ridículo a que los voceros de la ultraderecha (que no son, como muchos piensan, los espantajos tipo Jiménez Losantos) aparten del regazo del PSOE a un par de millones de votantes moderados.
Entre tanto, siempre nos quedará París: marcar la aspita (la de fines sociales, por supuesto).
Cuadro comparativo de los homínidos
Hace 10 meses
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