miércoles, 31 de agosto de 2011

Nueva redacción del Artículo 1º de la Constitución


¿Para qué medias tintas?
Tal y como están las cosas, no vale la pena vociferar hasta desgañitarse pidiendo lo razonable. Si no puedes con ellos, únete a ellos, así que propongo una nueva redacción del Artículo 1º de la Constitución española:
1. España se constituye en un Estado bananero a los pies de los mercados.
2. La soberanía nacional reside en las agencias de calificación, de cuyas decisiones emanan las leyes del Estado.
3. La forma política del Estado español es la Monarquía de ficción parlamentaria.

Propongo también, de paso, cambiar la actual bandera por la que aparece arriba, que creo que estaría mas acorde con los tiempos.

jueves, 25 de agosto de 2011

Réquiem por Zapatero


Aunque en los últimos años de gobierno del PSOE hemos asistido a una escalada in crescendo hacia las políticas más derechistas, la verdad es que hay algo que me apena en la figura del presidente Zapatero.
Por mucho que lo neguemos, su periodo gubernamental abrió grandes esperanzas en un amplio abanico social, con acciones tan fulminantes como la retirada de las tropas españolas de Iraq o imponiendo leyes tan valientes y necesarias como la del matrimonio entre personas del mismo sexo.
Sin embargo, cuando la mayoría de la sociedad estaba aceptando que las cosas podían ser cambiadas, con la Iglesia contra las cuerdas (se manifestaba en la calle un día sí y otro también, así estaba de desesperada) y con la CEOE resignada a posibles cesiones, Zapatero empezó a perder fuelle y a hacer cesiones al ala más a la derecha (neoliberal) y más católica del PSOE sin ninguna necesidad. El presidente sufrió una abducción neoliberal sin parangón en la Historia de la Humanidad, resumida en la lapidaria frase de Llamazares (no le reconozco, señor presidente), de manera que empezó a hacer concesiones gratuitas a diestra y rediestra hasta llegar incluso hoy a atreverse a lo impensable: reformar la Constitución  por un chapucero trámite de urgencia para contentar a los mercados de deuda extranjeros.
Como comunista, soy de los que piensan, como Gramsci, que la sociedad sólo puede asimilar las propuestas de la izquierda cuando está preparada culturalmente para ello. Por eso considero doblemente doloroso el fiasco Zapatero, no sólo por lo que supone de oportunidad perdida para el avance de las ideas de la izquierda en general, sino por el daño que se le ha hecho a la credibilidad de la izquierda en sí.
De hecho, la desilusión de la gente de izquierda, la perplejidad ante lo que está pasando, es el origen de una apatía que conduce a una abstención que servirá el triunfo a Rajoy en bandeja de plata. Pese a los partidarios del "cuanto peor, mejor", que creen que un descalabro del PSOE abrirá los ojos de las capas populares y llenará las urnas de votos a IU, yo hago un análisis bastante más pesimista.
Los resultados de las elecciones municipales y autonómicas son esclarecedores en este sentido; paradójicamente, el voto de castigo a un gobierno que ha traicionado a la izquierda haciendo políticas de derechas ha ido a parar, mayoritariamente, a la derecha más rancia.
Sin embargo, el daño ocasionado por Zapatero a nivel psicológico no se limita sólo a resultados electorales, sino que son aún más profundos. Cuando Felipe González forzó el abandono del marxismo en el programa del PSOE, e inició la homologación del PSOE con los partidos socialdemócratas europeos, aún existía en Europa una corriente fuertemente organizada de izquierda revolucionaria encarnada en los partidos comunistas (aún eran los últimos coletazos de la edad dorada, por ejemplo, del PC italiano, o del PC francés), por lo que seguía existiendo una referencia diversa en la izquierda, un norte múltiple al que mirar. Por el contrario, la claudicación de Zapatero ante el capital, que se había convertido en el único líder socialdemócrata de prestigio en Europa, es más que un símbolo para el neoliberalismo, es la señal inequívoca de que cualquier resistencia es inútil, y de que a partir de ahora ha llegado la hora de los banqueros.

domingo, 21 de agosto de 2011

Un pequeño experimento antropológico

Érase una vez un señor tan retorcido y resentido y que odiaba tanto a la Humanidad, que se le ocurrió predicar una religión basada en el sufrimiento, en la que todo lo que hacía felices a los seres humanos era pecado y todo lo que les hacía sufrir se consideraba un instrumento para la salvación (que consistía en una vida sin ningún sufrimiento después de morirte).
-"¡Qué idiotez!"- diréis-,"¿qué clase de lelo abrazaría esa religión tan absurda?" Bueno, recordad que esto es un cuento que no tiene nada que ver con la realidad. Prosigamos:
En el colmo de la irracionalidad, se le ocurrió prohibir alguna cosa que todo el mundo necesitara para vivir y que a todo el mundo le resultara realmente placentera. Al principio pensó en prohibir el canto, pero se dio cuenta de que podría usarlo para sus ceremonias. Después pensó en prohibir la comida, pero sus acólitos y adoradores morirían, así que llegó a la conclusión de que sólo proscribiría ciertos alimentos o en ciertas fechas sagradas (¿hay algo más irracional que una cosa esté prohibida o permitida según el día?). Así que pensó en el sexo. Y dicho y hecho. Empezó a predicar que el sexo era malo.
Y, (¡lo que son las cosas!), la gente empezó a tragárselo todo y a pensar que masturbarse o darse un revolcón era pecado.
-"¡Venga ya!", estáis pensando. "Nadie pensaría de manera autónoma que el sexo es negativo. Además, una sociedad así acabaría neurótica, con un sentimiento de culpa institucionalizado y mal canalizado que acabaría con la mitad de la población dependiente de los barbitúricos". Recordad que es una ficción.
Incluso los chamanes de esa religión guardaban el celibato de por vida y predicaban desde los templos las virtudes de la castidad, aunque permitían el sexo sólo en los casos en los que se hacía para procrear.
Ahora viene el experimento antropológico: una vez discutía con un compa del trabajo sobre la creatividad y la versatilidad de las sociedades humanas, y me decía que prácticamente se habían experimentado en el planeta todas las formas de sociedad, de gobierno o de religión imaginables, por enrevesadas e imposibles que parezcan.
Así que por eso os he puesto este ejemplo de irracionalidad extrema, a ver si alguien es capaz de demostrarme que alguna vez ha existido, ni por asomo, una religión en el planeta parecida a ésta.

miércoles, 17 de agosto de 2011

Ratzinger y la Patria


Mucho se ha hablado estos días de la visita del Jefe del Estado del Vaticano (anteriormente conocido como Ratzinger y ahora como Benedicto XVI), y han corrido ríos de tinta sobre sus paños calientes con los miles de casos de curas pederastas o su pasado como miembro de las Juventudes Hitlerianas (hechos que, sin duda, su dios habrá perdonado, pelillos a la mar).
No, no voy a hablar de eso, ni siquiera voy a responder a las acusaciones del presidente de la Conferencia Episcopal española, Martínez Camino, a la Asociación Europa Laica de ser unos parásitos (es como si un vampiro acusa a un ser humano de chupóptero, tratándose del jefe de una organización que cobra del Estado español, vía impuestos, la friolera de unos 10.000 millones de €). Ni de los 50 millones de euritos (unos 8500 millones de las antiguas pesetas) que van a costar las Jornadas de la Juventud en un contexto de crisis económica (y ni siquiera me he referido a Somalia).
De lo que me gustaría hablar es de algo que me intriga.
Yo, como escoria antiespañola que soy (vamos, que ni se me eriza el vello de la nuca cuando oigo el himno nacional), no sé en qué posición quedan, por ejemplo, los curas y las monjas españoles a efectos patrios. ¿Tienen los curas y las monjas doble nacionalidad española-vaticana? Porque, si mal no recuerdo, están obligados por voto de obediencia, que se remonta al Papa a través de la jerarquía de obispos y cardenales, a un acatamiento total de la voluntad del Jefe de Estado de un país extranjero.
Y si no tienen nacionalidad vaticana, ¿son algo así como agentes dobles? Entonces, a efectos patrios, ¿se les podría considerar traidores a España? Porque es indudable que si un cura o una monja tuvieran que elegir lealtad nacional, elegirían lealtad al Vaticano, a quien han jurado obediencia: no conozco muy bien los rituales internos de la secta católica (me refiero a la secta católica para diferenciarla de las otras facciones cristianas), pero creo que aún celebran un rito medieval de sumisión en sus ordenaciones religiosas.
¡Cielos!
¿En qué posición deja esto a los miles de bisoños jovenzuelos que agitan sus banderitas del Vaticano mientras en sus muñecas tintinean las pulseritas rojigualdas?
¡Dios suyo! (Perdonen que, por razones de coherencia, no diga ¡Dios mío!). ¿Me estaré volviendo nacionalista?
¡Dios me libre!