lunes, 5 de octubre de 2009

Devenir perra, de Itziar Ziga

Hace unos días llegó a mis manos un libro atípico. Se trataba de “Devenir perra”, de Itziar Ziga, un alegato feminista, pero con un enfoque totalmente distinto a todo lo que en nuestra sociedad impoluta y políticamente correcta se considera aceptado.
Itziar Ziga no oculta su intencionalidad tendenciosa en ningún momento, sino que se ratifica en ella y nos advierte antes de que nos enfrentemos a la lectura de su ensayo: “soy radical. Radical se dice de quien busca la raíz de las cosas. Así que no ser radical es ser, como poco, superficial y, en realidad, estúpida. A pesar de lo que digan los telediarios”. Y remata en su introducción: “Soy una zorra vasca feminista radical malhablada panfletaria. Antes de que lo escupa nadie, ya lo he dicho yo.”
Ziga forma parte de uno de los subproductos de la era posfeminista, de los grupos de mujeres urbanitas, desclasadas y sin tabúes que ella misma denomina “las perras”, mujeres que explotan hasta el esperpento la hiperfeminidad, el pantojismo, como una especie de bofetada al mundo clasista y patriarcal.
Itziar Ziga, a través de su vivencia personal, nos introduce en el mundo de las perras al tiempo que no deja títere con cabeza, sin ningún tipo de compasión ni hacia sus correligionarias feministas. Reivindica, entre otras muchas cosas, el hedonismo de todoacién como respuesta al capitalismo clasista y elitista; la promiscuidad sexual sin barreras de género como manera de combate directo al patriarcado; y la respuesta automática, e incluso violenta, ante cualquier agresión. Enfundada en su ropa de puta, con su boa de plumas y sus tacones imposibles, recoge en un movimiento parabólico toda la basura sexual, estética, clasista y machista del sistema liberal y, como una especie de honda, lo vomita multiplicado por cien a las entrañas del sistema.
Yo, que también me considero, en cierto sentido, radical, me siento un auténtico mojigato encogido ante la frescura sin pudor y sin máscaras de Ziga. Porque, de alguna manera, siento, mientras leo su librito, todos los condicionamientos absurdos, clasistas, machistas, católicos, tradicionalistas y estúpidos que forman parte de mi personalidad y que, aunque me avergüenzo de ellos, ni quiero ni soy capaz de romper, ni de liberarme de ellos.
Es cierto, por otra parte, que algunas de las tesis que expone Itziar Ziga son difíciles de asumir (e incluso inasumibles en absoluto): por ejemplo, hace un alegato en favor de la prostitución (la quintaesencia del machismo) con argumentos, en mi opinión, peregrinos a todas luces. Sin embargo, “Devenir perra” nos ofrece un nuevo ángulo, un nuevo punto de vista fresco y novedoso, un posicionamiento que, como mínimo, no nos dejará fríos.
Una lectura absolutamente recomendable.

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