El problema suscitado por la huelga del Metro de Madrid no es sólo un tema doméstico de la capital del Estado, ni un tema de bajada unilateral de salarios saltándose el Convenio Colectivo. Va mucho más allá:
El problema es que los trabajadores y trabajadoras constituidos en Asamblea decidieron que no darían ni un paso atrás en la defensa de sus derechos.
El problema es que un puñado de hombres y mujeres resucitaron la dignidad y la conciencia de clase y dieron una lección al resto del Estado: que somos los trabajadores quienes tenemos la sartén por el mango, y que con seriedad, determinación y unidad no hay patrón que pueda pisotear nuestros derechos, ya sea la mismísima Esperanza Aguirre o José Luis Rodríguez Zapatero.
El problema es que podía cundir el ejemplo y qué terrible si la gente se diera cuenta de que los gobernantes son sólo tigres de papel.
Por eso la campaña de difamación. Por eso el bombardeo mediático demostrando que los trabajadores del Metro eran monstruos empeñados en que la ciudadanía de Madrid sufriera y se colapasara. Por eso la procesión de ciudadanos indignados en los telediarios, los titulares apocalípticos en los periódicos y las entrevistas de personas de bien indignadas por el atropello de los huelguistas. Por eso el despliegue de radios y televisiones públicas, no fuera que cundiera el ejemplo.
Por eso su huelga no puede prosperar. Ya se encargarán los gobiernos municipal, regional y estatal, PP y PSOE al alimón, de silenciarlos.
Pero ahí quedará su lección para quien quiera mirar más allá de la niebla. Una lección de dignidad.
Cuadro comparativo de los homínidos
Hace 10 meses
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