Todo el revuelo que el Gobierno ha montado alrededor del aumento de la edad de jubilación y otros recortes de calado en política social (como el hecho de que se quiera ampliar el periodo de cotización para cobrar una pensión mínima) se basa en una gran mentira: que el sistema público de pensiones está en peligro. Sin embargo, este presupuesto es totalmente falso e injurioso.
En efecto, con la actual financiación de las pensiones, sufragadas con las cuotas de los trabajadores y trabajadoras a la Seguridad Social, la fortaleza del sistema depende de la cantidad de cotizantes y de la cuota que se pague, de manera que a la vez que aumenta el número de personas jubiladas, disminuye la cantidad de dinero disponible para cada una de ellas.
Sin embargo, el sistema público de pensiones nunca ha estado en peligro. El problema radica en que el pago de las pensiones se vincula a las cuotas de las personas en activo, quienes trabajamos. Es como si el sistema de salud, la Sanidad, se pagara con lo que se recaudara, por ejemplo, del impuesto sobre el tabaco: si el consumo de cigarrillos descendiera, también habría quien diría que el sistema de salud está en peligro. O como si la enseñanza pública se financiara a través del impuesto sobre la gasolina: si bajara el consumo, ¿ya no se mantendrían las escuelas, se dejaría de pagar a los maestros o a las profesoras de instituto?
La solución es bien sencilla: déjense de trampas financieras y sufráguense las pensiones a cargo de los Presupuestos Generales del Estado o de cada Comunidad Autónoma, como el resto de servicios públicos (la sanidad, la educación, la red de carreteras, etc.).
Y, ahora, viene la pregunta lógica: ¿por qué no se hace?
Y a mí (¡pobre paranoico!), sólo se me ocurre una razón: si las pensiones estuviesen aseguradas, ni el gobierno de turno ni los empresarios podrían utilizar la supuesta insostenibilidad del sistema para exigir más recortes sociales.
Porque el capital lo tiene claro: para poder disfrutar de la jubilación, nos tenemos que jubilar más tarde con pensiones más pequeñas (y, de paso, promocionan como inevitable ayuda los fondos de pensiones privados que gestionan sus bancos y con cuyos capitales se han realizado gran parte de los movimientos especulativos que nos han llevado a la crisis económica).
Del mismo modo que tienen claro que para solucionar el paro hay que facilitar a la empresa el despido de los trabajadores, para poder tener un trabajo decente, se deben recortar los salarios de las personas que trabajan y limitar los aumentos de sueldo, y para poder disfrutar de la ventajas del estado del bienestar debemos reducir el estado del bienestar.
Exactamente lo que diría Marx (me refiero a Groucho, por supuesto).
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