domingo, 22 de febrero de 2009

Crecimiento sostenible

La hipocresía va casi siempre unida a la demagogia. Aunque en muchos casos no suele ser peligrosa (porque se la ve llegar a la legua), hay veces en las que resulta especialmente letal.
El ejemplo más claro de lo anterior es el llamado "Crecimiento sostenible". No sólo en nuestras democracias occidentales, sino en casi todo el planeta, hemos hecho ya axioma el liberalismo económico, de manera que, a excepción de unos pocos, nadie da un céntimo por cualquier otro sistema económico que no sea el del libre mercado. El debate ha basculado de la dicotomía socialismo-liberalismo a neoliberalismo-sostenibilidad. Y da grima ver como los antaño apóstoles del marxismo (lease socialdemócratas de todos los colores) se empeñan en defender una variante del capitalismo que supuestamente respetaría no sólo el medio ambiente y la naturaleza, sino que redundaría en el bienestar de una cada vez más grande porción de la Humanidad.
Sin embargo, no es difícil comprobar, arañando un poco el barniz de tan refulgente edificio, que el liberalismo, capitalismo o libre mercado (llamemosle como queramos) se alimenta del crecimiento del consumo. Cualquier parón de éste, incluso una ralentización, se convierte instantáneamente en crisis económica, una de esas crisis cíclicas que sumen en la miseria a miles de familias y a sociedades enteras y que son, también, parte constitutiva e inexorable del capitalismo.
En estos días de crisis, es todo un poema ver cómo los dirigentes socialdemócratas de todos los rincones del planeta animan al consumo, inyectan capitales a la banca privada y sostienen con fondos públicos industrias tan insostenibles, no sólo ecológicamente hablando, como la industria del automóvil.
Y es que algunos creen que ser ecologista es pagar anualmente la cuota de Greenpeace.